La eutanasia
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El derecho a la vida no es deber de vivir, sobre todo, cuando se dan graves sufrimientos debido a una enfermedad incurableEl 18 de marzo de 2021 el Parlamento aprobó la Ley de eutanasia, muy garantista, pues exige que el solicitante presente dos solicitudes por escrito, con un intervalo mínimo de dos semanas. Se exige también una triple supervisión médica, pues tendrán que autorizarlo dos médicos ... y la comisión de garantías del centro hospitalario. El personal médico que tenga una objeción de conciencia no estará obligado a hacerlo.
Esta ley está siendo muy debatida. Los partidos conservadores, que se opusieron a ella, pretenden derogarla si llegan al Gobierno. Aunque se pensaba que afectaría a muchas personas, solo la han practicado trescientas, en algo menos de dos años. La ley ha sido recurrida ante el Tribunal Constitucional, que ha denegado su abolición, basándose en los siguientes argumentos básicos: «El derecho a la vida no es deber de vivir sino que no puede estar desconectado de la voluntad personal de su propio titular, sobre todo cuando se dan graves sufrimientos debido a una enfermedad o padecimiento incurable, médicamente constatable, y que la persona experimenta como inaceptable…».
El mundo de la filosofía siempre estuvo preocupado por este problema. En el estoicismo, el movimiento filosófico más influyente en Roma, Séneca afirmaba que «no se debe ni querer demasiado a la vida, ni odiarla, sino buscar un término medio y ponerle fin cuando la razón lo aconseje…». Según Epicteto, «la vida a veces no tiene rumbo alguno y solo provoca sufrimientos tanto para el enfermo como para sus familiares, es por lo que el enfermo tiene derecho a decidir». Y Marco Aurelio en su Libro III afirma que «una de las funciones más nobles de la razón consiste en saber si es o no tiempo de irse de este mundo». El cristianismo, en principio, consideró el suicidio un gesto heroico, una forma de escapar al deshonor o aceptar el martirio. A partir del siglo IV, y para evitar el gran número de suicidios de creyentes fanáticos, empezó a cambiar de criterio. El primero que lo atacó duramente fue San Agustín, actitud que continuó durante toda la Edad Media. A partir del Renacimiento se cambió de mentalidad, y Santo Tomás Moro decía que «en caso de dolores extraordinarios, se puede recomendar poner término a la vida, si el enfermo está de acuerdo, y tiene el permiso de las autoridades».
Yo tengo experiencia personal sobre este tema. No quiero vivir como vivió mi padre en sus últimos seis meses: sin conocer a su familia, sin consciencia, alimentándose mediante sonda nasogástrica, sufriendo él y generando un sufrimiento enorme a mi madre y a mis hermanas que lo cuidaban, y al resto de familiares que sufríamos diariamente un dolor inmenso. Dios no quiere que suframos de esa manera, y hagamos sufrir sin sentido. Más nos valdría, según dice el Evangelio, al que muchos anti eutanasia se encomiendan, preocuparnos más por los que empiezan a vivir y mueren en el Mediterráneo sin la compasión de casi nadie, y ayudar a morir dignamente a los que ya han terminado su andadura en este mundo, aunque los queramos tanto. Pero el que no quiera la eutanasia, la ley no obliga a practicarla. Es el reconocimiento de un derecho individual que puede ejercerse o no.
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