¿Pero, existen valores?
Juan Santaella
Miércoles, 19 de marzo 2025, 23:16
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Juan Santaella
Miércoles, 19 de marzo 2025, 23:16
En medio de una enorme confusión ideológia, todos hablan de valores. Incluso, hablan de ellos los hombres de la guerra. Es más, los que quieren ... imponernos desde EEUU la extrema derecha en Europa, para dividirla y someterla, afirman que ésta (cuna del humanismo) carece de valores. Hay que clarificar qué son los valores y cómo podemos educar en ellos, antes de que las redes sociales los adulteren y transformen. Los valores auténticos, los valores del humanismo, deben transmitirse en la familia, la escuela y la sociedad. Hoy, o educamos en valores, o no existe educación, sino mera instrucción.
Educar en valores exige coherencia. No es posible lograr personas democráticas, solidarias, tolerantes y bondadosas en una familia o en un centro educativo donde impera la voluntad absoluta del padre o del director, donde la relación entre profesores, o entre éstos y los padres es de disputa permanente, o donde nadie se preocupa por el más débil. Una familia rota y desestructurada no puede educar; tampoco puede hacerlo una escuela segregadora y elitista; o una sociedad desigual e insolidaria. Tan importante es vivir los valores en sociedad, que si eso se diera no haría falta hablar de ellos en la escuela, pero, desgraciadamente, eso ocurre en pocas ocasiones.
La educación en valores exige procesos democráticos de diálogo. Si un centro se organiza verticalmente, tiene una línea pedagógica sólo informativa y es autoritario en sus métodos, está fomentando la sumisión y la dependencia respecto al poder; si, por el contrario, tiene una estructura democrática y participativa, y los contenidos son formativos e informativos, el centro está preparando a los alumnos para la adquisición de una mentalidad crítica y autónoma. Desgraciadamente, en la mayor parte de los centros y en muchas familias, la práctica educativa se caracteriza más bien por «la transmisión de conocimientos cognoscitivos y normas de conducta, en perjuicio de los procesos de diálogo, reflexión y elección libre», según afirma Antonia Pascual, en «Valores y desarrollo humano».
Se educa en valores cuando se fomenta una moral autónoma, aplicando en la enseñanza un método inductivo, basado en el razonamiento y en la discusión de los temas más diversos, para que los educandos comprendan los efectos positivos o negativos que pueden tener los diferentes comportamientos; y cuando las sanciones que se imponen son por reciprocidad, es decir, guardan estrecha relación lógica con la falta cometida; pues los castigos expiatorios, sin conexión con dicha falta, son arbitrarios.
En definitiva, educar en valores exige no reproducir las actitudes dominantes. Si no somos críticos con la injusticia, la escuela puede convertirse en una institución destinada a «reclutar, seleccionar y distribuir», en el mercado, a los ciudadanos, para «inculcar e imponer» los valores dominantes, tan vacíos; y para «legitimar y reproducir» la sociedad tal y como es o como las élites sociales quieren que sea, como muy bien explica Félix López, en su libro «Desarrollo personal y social»; con lo que la escuela se convierte en el ámbito donde se vive y se practica la competitividad, y la preparación para conseguir el triunfo social, el poder y el dinero; y no donde se cultivan, como es su obligación, los valores de la solidaridad, la autonomía moral, la libertad, la justicia, la honestidad, la paz, el compromiso y la bondad.
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