El filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky (1944), uno de los más preclaros analistas de la sociedad posmoderna actual (caracterizada por el consumismo, el individualismo, el hedonismo narcisista, el culto al ocio y al cuerpo, que derivan en un vacío existencial), en la sede del ... Instituto Cervantes de París, impartió, recientemente, una conferencia de gran interés. Para él, la democracia ha perdido la pujanza que tuvo en otros tiempos, y está en horas bajas: suscita dudas, inquietudes y muchas decepciones, incluso algunos la miran con recelo. Un 20% de los europeos sostienen que la democracia no es el mejor de los sistemas. Mucha gente no vota y, entre los políticos, hay demasiados discursos cargados de odio, que derivan de la inseguridad general en la que vivimos, y de la falta de confianza en los partidos políticos.
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Y es que los populismos se están imponiendo en nuestra sociedad, y sus integrantes no siempre son las clases más elevadas. En EEUU, Trump fue votado por las clases más desfavorecidas, pues de estas capas populares se apodera tal miedo e inseguridad que piensan que todo saldrá mal, y, por ello, se acogen a la falsa seguridad que transmite el populismo. La gente se siente insegura por todo: globalización; violencia urbana (Bolsonaro fue elegido porque prometió acabar con la inseguridad en las calles); crisis identitaria; inmigración; problemas medioambientales, sanitarios, alimentarios…
Y viviendo, como vivimos, en la cultura de la ansiedad, es difícil encontrar soluciones, porque, además de que ya casi nadie cree en las promesas políticas, las aspiraciones del electorado han cambiado. Antes eran muy limitadas, pero cada día son mayores las expectativas, y resulta, casi imposible, colmarlas (consumo, viajes, disfrute, marcas de lujo, medios de todo tipo…). Vivimos en la época de la moda y del lujo. La población actual busca, ansiosamente, mantener un cuerpo atractivo y saludable; y los jóvenes no quieren una camiseta o unos zapatos sino una marca de camiseta o de zapatos. Esta nueva actitud ante la vida no solo genera insatisfacción y frustración, sino la idea de que el sistema en el que vivimos es injusto. Lo cual es verdad, no porque las aspiraciones sean inmensas, sino porque las desigualdades reales son aberrantes.
En cuanto a la economía, según Gilles Lipovetsky, no puede seguirse la teoría de los populismos, que miran poco por los más débiles, sino que hay que practicar una economía de mercado (donde prima la iniciativa privada y la eficacia), con la ayuda a la gente, porque si no vamos haciauna situación peligrosa. Es lo que los países nórdicos llaman la'«flexiseguridad', una economía flexible en la que existe el despido remunerado, y en la que hay programas de formación, de reciclaje y no un simple sistema de asistencia social. Cuando se despide a alguien, hay que darle los medios para que se recicle y se prepare. Para lograr esto, hay que invertir en educación, que no es un gasto sino una inversión de futuro. La formación educativa debe ser integral, flexible, sin miedo a los cambios, eliminando de ella el individualismo y el quedar bien con el joven (otro valor posmoderno), porque eso lo hace incapaz y caprichoso. En definitiva, hay que lograr una sociedad menos superficial, y más profunda, humana y justa.
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