Estábamos deseando que terminara el año 2024, con la dana devastadora, con dos guerras terribles (Gaza y Ucrania), y teníamos la ilusión de que este año nuevo todo cambiaría. Pero las guerras continúan. En Gaza, las muertes de civiles (niños, mujeres y ancianos) superan los ... 64.000, en un genocidio frente al que solo han protestado Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea, y unos pocos países europeos: Noruega, Irlanda, Eslovenia y España. Los demás se inhiben, incluso apoyan a Israel.

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El próximo día 20 jurará su cargo Donald Trump, el primer presidente norteamericano delincuente. Antes de entrar, ya ha reclamado Groenlandia, el Canal de Panamá, y Canadá. Y su mano derecha, el magnate Elon Musk, ha empezado a desestabilizar Europa, apoyando al partido nazi alemán, atacando a los laboristas ingleses, acordando con Meloni, y favoreciendo a los movimientos de extrema derecha.

En Venezuela, ha tomado posesión Nicolás Maduro tras perder las elecciones. Arropado por los dictadores de Cuba y Nicaragua, y con la oposición de todos los organismos internacionales y todos los países libres, ha dado un golpe de Estado para mantenerse en el poder. Mientras, el ganador, Edmundo Ortega, ha prometido hacer valer el apoyo popular recibido.

En nuestra ciudad, el deterioro del Parque de las Ciencias continúa. Se le quitó la autonomía organizativa y financiera que tan buenos resultados había dado para ser dirigido desde Sevilla, y, desde entonces, los problemas se han incrementado. La gota que colma el vaso es que Ernesto Páramo (ahora mero asesor), el ideólogo del Parque, el que se pateó todos los museos interactivos de Europa para diseñar este, el que tocó a todas las puertas de las administraciones para conseguirlo, el que solo ha vivido para el Parque y el que consiguió situarlo entre los cinco mejores museos científicos de Europa, ha sido expulsado como asesor con un burofax, sin debate previo del Consejo Rector, aunque al parecer venía en la letra pequeña. Junto a él, se han expulsado también a otros dos asesores, profesores universitarios, Guirao y Crespo, que, como Ernesto, tampoco percibían emolumento alguno.

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Cuando Ernesto Páramo cesó hace cuatro años de director, en una columna como esta, le decía que había «ensanchado Granada», por cubrir esa faceta de ciencia interactiva, ausente hasta su llegada. Pues bien, este hombre bueno, nuevo Quijote en medio de tanto Sancho, que tiene reconocimientos nacionales e internaciones, este humanista sabio e inquieto, preocupado por la ciencia y por todo lo humano, este hombre ha sido fulminado por alguien recién llegado a nuestra tierra, que ya fue cesado anteriormente de director. Pero, antes de irse en paz, como correspondía, ha cometido la mayor tropelía inimaginable, cesar a tres asesores que le dan prestigio al Parque, siendo uno de ellos el creador de la obra. ¿A qué nivel de degradación están llegando la política y las relaciones humanas, cuando los que luchan, trabajan y realizan las obras, desinteresadamente, son expulsados por advenedizos que solo vienen a cobrar un sueldo? En aras de la verdad, de la justicia y de la gratitud (virtud tan poco valorada), esta injusticia no deberían permitirla, por dignidad, las diferentes instituciones locales, provinciales, autonómica y nacional del Parque.

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