Odio
«Ni siquiera por personas que han intentado hacerme la vida imposible he sentido nunca odio»
Juan Teruel
Almería
Viernes, 26 de julio 2024, 19:43
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Juan Teruel
Almería
Viernes, 26 de julio 2024, 19:43
Reconozco que la palabra me conmueve. Pienso que, en realidad, este término no debería figurar en nuestro lenguaje. Esto es así porque el ser humano ... nació para el amor. Y no es que me quiera poner exquisito. Puede ser -hay que buscar una explicación- que yo sea de los que se caracterizan por buscar siempre la amistad entre los demás. He hecho amigos en muchos lugares por los que he pasado y los sigo haciendo cada día. También puede ser que esto me pase por estar atravesando ya el último tramo: ya se sabe que los viejos se vuelven más bondadosos. Aunque hay excepciones.
A mí, como a todo el mundo, me han salido al encuentro muchas personas que me han tratado mal. Algunas me han hecho eso que se dice 'la vida imposible'. Por supuesto, en estos casos, he deseado íntimamente que tales sujetos desaparecieran de mi vida. Recuerdo uno que hizo cuanto pudo por amargarme la vida; fue en mi última etapa profesional. Me jubilé antes que él y he sabido que ya anda por otros niveles. Pues ni incluso por él he sentido nunca odio.
Este es mi caso. Y es natural que otros piensen diferente. Me fijo en una consecuencia del odio que considero extrema: mandar al otro mundo a quien se odia. Por desgracia, la actualidad no deja de ofrecernos episodios en los que el odio es el factor motivante de ciertos hechos inasumibles. Hay demasiados casos de eliminación de otros. Y no digo muerte porque no creo en ella.
De todos estos episodios destacan por su crueldad aquellos que se producen en el seno de la familia. Y son muchos los homicidios cometidos dentro de ella. Algo que es, en principio, incomprensible. Porque las relaciones familiares se establecen sobre la base del amor. ¿Cómo puede producirse un deterioro tan grande de este sentimiento que se llegue a ese extremo?
Yo pienso en la pasión con la que dos personas se prometen amor para toda la vida y, al poco, una manda a la otra al otro barrio. Se llega incluso a eliminar a otros para hacer daño a quien se tiene odio.
Y hay que buscar explicaciones de que ocurra esto. Una podría ser el hecho de que una cosa es entregarse a un sentimiento de pasión y otra distinta adaptar nuestra vida a la negociación de la convivencia. Naturalmente que, cuando dos personas se juntan, ninguna de ellas conoce todos los entresijos de la personalidad de la otra. Pero la convivencia exige ir cediendo en cosas para coincidir lo más posible con los gustos de la otra persona. También es saber aprender a sobrellevar las muchas adversidades que a uno le esperan. Cuando lo que hay es una actitud de mantenerse en los propios puntos de vista, el choque está garantizado. Claro que, de eso al enfrentamiento violento, hay un trecho que la mayoría no recorre.
Una excepción la constituyen algunos episodios entre personas mayores -también se dan otros casos-, en los cuales se actúa por piedad: para evitar un padecimiento insuperable. Aquí no hay odio, sino compasión. También son descartables los asuntos que tienen que ver con problemas psíquicos.
El otro día, nuestro director comentaba que en Almería han aumentado un cuarenta por ciento las denuncias por delitos de odio. En sólo un año. Y se cree que apenas se denuncia uno de cada diez casos de los que se producen. ¿Tanto odio hay en nuestra sociedad?
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