El pasado 4 de octubre finalizó el llamado 'Tiempo de la Creación', una celebración propuesta por el Consejo Mundial de las Iglesias como un tiempo dedicado a la oración y a la reflexión sobre la misión que se nos ha encomendado de cuidar la creación ... y responder a sus necesidades. El tema elegido para este año ha sido 'Jubileo de la Tierra', coincidiendo con el quinto aniversario de la 'Laudato si' (LS) y el 50 aniversario del establecimiento del 'Día de la Tierra'. Según el comité de dirección: «El jubileo es un momento para renunciar al exceso de consumo y a los sistemas económicos basados en el crecimiento económico constante a costa de la Tierra y de los pobres.
El jubileo es una época en la que los que más han consumido deben restituir a los que más han sufrido. El jubileo es un tiempo de descanso para la tierra de la explotación constante, para restaurar los ecosistemas y las personas».
La celebración de este año ha tenido una resonancia particular, dadas las crisis sanitarias, económicas y ambientales que han ocurrido. Por eso se nos pide un estilo de vida radicalmente nuevo frente a una situación ecológica tan compleja, especialmente en lo referente al cambio climático, resultado de la intersección de la codicia, la desigualdad y la destrucción de la Madre Tierra, y del creciente consumo humano que está usando en pocos meses más recursos de la Tierra de lo que el planeta puede reponer en un año completo. Cada vez son más los científicos preocupados por las consecuencias de este comportamiento humano. Lógicamente, esto no puede seguir así.
Nuestras reservas son limitadas. La Tierra necesita un año jubilar de descanso y reposición para lograr formas de vida más justas y sostenibles. El Papa Francisco nos lo recordaba en su encíclica 'Laudato si': «La Carta de la Tierra nos invitaba a todos a dejar atrás una etapa de autodestrucción y a comenzar de nuevo, pero todavía no hemos desarrollado una conciencia que lo haga posible… Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde por el despertar de una nueva reverencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad, por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida» (LS, 207). Por tanto, en este doble aniversario parece muy oportuno recordar a la sociedad nuestra responsabilidad en el mantenimiento del medio ambiente, considerando el estado en que se encuentra nuestro planeta y sus ecosistemas. Para Listen, una red educacional dedicada a la difusión de la LS, «la familia humana debe reducir su consumo y despilfarro globales… y redistribuir o redirigir la riqueza y los recursos disponibles para satisfacer las necesidades básicas de toda la familia humana, especialmente de los más pobres y vulnerables».
Como punto final de esta celebración, el Papa Francisco firmó ante la tumba de Francisco de Asís una nueva encíclica sobre la fraternidad y la amistad social que lleva por título 'Fratelli tutti' ('Hermanos todos'). El título está tomado de la sexta admonición del santo de Asís: «Miremos con atención, hermanos todos, al Buen Pastor…. Aunque en algunos ambientes se ha debatido sobre la palabra inclusiva 'todos', el Papa se dirige a todos los hombres y mujeres de un modo inclusivo y nunca exclusivo. En ella, el Papa pretende señalar los caminos concretos para construir un mundo más justo y fraterno en su vida social, en la política y en las instituciones, profundizando en algunos de los temas planteados en el 'Documento sobre la Fraternidad Humana', fruto del encuentro en Abu Dabi del Papa con el Gran Imán de Al-Azhar en febrero de 2019. Así lo consideró el propio Gran Imán, tras conocer el contenido de la encíclica: «Es un mensaje que devuelve a la humanidad su conciencia».
Vivimos un tiempo de pandemia en el cual hemos aprendido hasta qué punto dependemos unos de otros, pues cada vez somos más conscientes de las interacciones entre todos los seres vivos de la creación. La fraternidad debe promoverse no sólo con palabras sino con hechos, con una 'mejor política' puesta al servicio del bien común que, lejos de los populismos, sepa defender los derechos humanos fundamentales. Por eso, reconocernos como hermanos es una forma de reafirmar la dignidad de todo ser humano y de recordarnos que de las dificultades actuales no podremos salir por separado, enfrentándonos unos contra otros, ricos contra pobres, Norte frente a Sur. El derecho a vivir con dignidad no puede ser negado a nadie, dice el Papa, y como los derechos no tienen fronteras, nadie puede quedar excluido, independientemente de donde haya nacido. No son tiempos de exclusión sino de cooperación, tanto a nivel de frenar el desarrollo de la pandemia, como de cuidar el planeta que nos sostiene. Si cuidamos el planeta, nos cuidamos nosotros mismos. Sólo en comunidad podremos alcanzar nuestros objetivos. No podemos pretender mejorar nuestra relación con la naturaleza sin mejorar las relaciones básicas del ser humano. No habrá una ecología sana y sustentable, capaz de transformar algo, si no cambian las personas hacia un modo de vida más respetuoso y fraterno.
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