Amy Coney Barrett ha sido la jurista nominada por Donald Trump para completar los nueve jueces que componen el Tribunal Supremo de los EE.UU., por la vacante de Ruth Bader Ginsburg. Los demócratas critican las prisas en la designación –el 3 de noviembre hay ... elecciones presidenciales– de esta mujer de 48 años, natural de Luisiana. Pero el calendario lo ha establecido el fallecimiento de la juez progresista neoyorquina que estaba a favor del aborto, los derechos de los homosexuales y contra la pena de muerte. La prestigiosa profesora de derecho en la Universidad de Notre Dame (Indiana) está incursa en un durísimo proceso de selección para ser confirmada por el «consejo y el consentimiento» del Senado. Su antecesor, el juez Kavanaugh, tuvo que padecer en 2018 las acusaciones falsas por abusos sexuales, presuntamente acaecidos hacía treinta años.
El candidato demócrata a la presidencia Joe Biden –que presume incoherentemente de católico y abortista– ha evitado descalificarla por católica, cuando el 20% de norteamericanos profesa esa religión. La senadora de California Kamala Harris –ticket presidencialista a la Casa Blanca–, ha preferido criticar a los republicanos por pretender anular la reforma 'Obamacare' (seguro médico).
En la Comisión Judicial del Senado se está librando una lucha descarnada contra la designación de quien se enorgullece ser discípula del fallecido juez Antonio Scalia (aplicación literal de la Convención de Filadelfia de 1787). Su 'feminismo' le lleva a mostrarse orgullosa de su marido Jesse, con quien lleva 21 años casada y han decidido aceptar esta carrera 'insoportable'. Ella no ha buscado este cargo, pero le anima poder servir a su patria al impartir justicia. La imagen de su presentación con su marido y los siete hijos, junto con y el presidente y la 'Firts Lady', es un hermoso canto a la familia. Lo tiene difícil el movimiento 'Black Lives Matter' si pretende tildar de racismo la generosidad del matrimonio en adoptar a dos hijos de Haití; o al conmoverse con su hija Vivian al ver las escenas del asesinato de George Floyd. Pero la épica biográfica de esta familia se engrandece al haber traído al mundo a sus cinco hijos naturales.
La inequívoca apuesta por la defensa de los más desprotegidos: Benjamín, el menor de todos, con síndrome de Down y predilecto de toda la familia. La magistrada Barrett tendrá que emplearse en redactar sentencias de repercusión en los 52 estados del país más poderoso del mundo –todo un modelo de conciliación trabajo con familia–; es el 'patriarcado' de su marido –«compañero desinteresado y maravilloso»– de quien tiene celos porque sus hijos dicen que cocina mejor que ella. Su categoría humana queda patente al ser elegida durante tres años la mejor profesora por sus alumnos; o el testimonio de Laura Wolk, una alumna invidente a la que ayudó hasta graduarse, que relata de donde sacaba las fuerzas: del desacomplejado compromiso con su fe.
En la Comisión del Senado se ha inquirido a la juez Coney su agenda ante la actual sentencia Rode vs. Wade (aborto), Obergefell vs. Hodges (matrimonio homosexual) o Planned Parenthood vs. Casey (modificaciones a la sentencia de 1973). La respuesta ha sido clara: los jueces tienen que atender el tenor textual de la ley –ahora que padecemos en nuestro país un torticero cambio constitucional de la justicia–, no realizar interpretaciones políticas del sentir social (uso alternativo del derecho); este canto a la separación de poderes lleva también a respetar las reglas del 'stare decisis' (jurisprudencia). En la Nación de las libertades por antonomasia, no existen complejos en expresar la libertad religiosa.
Las monedas americanas llevan la inscripción: 'Confiamos en Dios' —inspiradas en Lincoln—; Bush reconocía que: «El rezo y la religión me sostienen»; la interpelada jueza de Nueva Orleans no tiene reparos en confesar su fe católica: «Creo en el poder de la oración, y ha sido alentador escuchar que tanta gente está orando por mí». Esto llevó a la senadora por California, Dianne Feinstein, en el anterior nombramiento de 2017, a criticar a la jueza federal: «El dogma vive fuerte dentro de ti»; una forma liberticida e injusta de desacreditar su independencia judicial. Los demócratas estadounidenses tienen a quien parecerse (a esos mismos), porque para ellos la única pluralidad ideológica neutral es la suya.
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