Es de actual conocimiento que el Archivo de la RAE conserva la correspondencia recientemente inventariada de Julio Casares. Se recogen en él las cartas que el académico intercambió con más de seiscientas personas, entre ellas, Jacinto Benavente, Camilo José Cela, Saturnino Calleja o el editor ... Manuel Aguilar Muñoz, además de con editoriales, organismos y otras entidades. Incluidas en esta correspondencia se pueden encontrar cartas con comentarios sobre las conferencias, charlas, artículos periodísticos y otras obras de nuestro autor.
El nombre de Julio Casares es sobradamente conocido como académico y autor del 'Diccionario ideológico', su obra más extendida que, aparecida en 1942, se ofrece como un cosmos ordenado que compiló durante cinco lustros de minucioso trabajo un inventario sistemático del léxico español. Igualmente notable fue su tarea de crítico literario y traductor. Lo que algunos ignoran, es que su labor desborda el marco de lo académico y de su faceta como investigador de la lengua, para encaminarse hacia derroteros que van desde lo musical a la actividad diplomática. Cursó estudios de Derecho, compaginados con clases de violín y lenguas modernas.
Ya a los 9 años dio su primer concierto de violín en el Teatro Principal de Granada y fue denominado 'niño prodigio'. Precisamente será el deseo de explotar las cualidades de su hijo lo que animará a sus padres a trasladarse a Madrid en los últimos meses de 1892. En 1896 comenzó su carrera diplomática y obtuvo una plaza, por oposición, en el Ministerio de Estado. Destinado en París, aprendió japonés en la Escuela Superior de Lenguas Orientales; dos años más tarde se estableció en Japón, en donde completó sus estudios. Consiguió una plaza de traductor de lenguas escandinavas en la Oficina de Interpretación de Lenguas del Ministerio de Estado, en donde poco después (1915) ascendió a jefe de Interpretación de Lenguas, puesto que ocupó hasta su jubilación en 1947. Fue delegado español en la Sociedad de Naciones de Ginebra. Según se recoge en la biografía publicada en su web oficial, estaba acreditado «su conocimiento y dominio de hasta 18 idiomas».
Su pasión por las lenguas lo llevó a interesarse por la lexicografía. Publicó dos diccionarios bilingües de francés y como académico muy activo, dirigió tres ediciones del 'Diccionario', revisó la segunda edición del 'Diccionario manual', se ocupó de las 'Nuevas normas de prosodia y ortografía', coordinó el Seminario de Lexicografía, el 'Diccionario histórico de la lengua española' y fue miembro de la Comisión de Gramática. Además, acercó la labor de la Academia al público con sus artículos en ABC, aparecidos a lo largo de cinco años, el último en 1964.
Pero lo que se desconoce en la mayor parte de los casos es que Julio Casares es granadino, nacido en la parroquia de San Gil el 26 de septiembre de 1877- Madrid, 1964); y el primer ignorante, yo pese a ser granadino y tener entre otras ocupaciones las de maestro, filólogo, editor, gerente teatral, corrector de estilo, vocal de comunicación… –no soy modesto para enjaretarme oficios aunque ahora abunde para mi mayor escarnio–.
He cursado todos los niveles educativos en esta ciudad, he desarrollado aquí igualmente mi actividad laboral y creía estar bastante relacionado, al menos así me lo parecía, con esta urbe, con sus gentes, con su historia sustancial, con su cultura, con algunos referentes significativos de sus hitos fundamentales, de sus centros de interés más peculiares… todo lo que ud. quiera, sin embargo, debió darse la feliz circunstancia de acudir a la presentación de un número de la revista granadina Alhóndiga en que intervinieron ilustres expertos, junto a su directora y a Eduardo Sierra Casares, que nos regaló con su artículo algunos de los recuerdos que su abuelo dejó escritos sobre Granada y que nunca antes habían sido publicados.
Así me enteré, avergonzado (y no podía mirar a los lados porque estaba en la primera fila) que Julio Casares, el eminente lingüista, diplomático, lexicógrafo, académico… es granadino; y está claro que el silencio del origen de uno de los más brillantes, excelsos e inconmensurables hijos de nuestra Granada, por injusto y por nocivo no podía continuar. Por mí, que se premien a quienes lo sabían porque otros bien oculto lo han tenido y todos ahora lo queremos divulgar, lo estamos ya intentando. Necesito decir como desagravio que esta es la segunda vez que escribo del maestro, la primera en 'Ideal en clase' (7-2-2018), que hablo de él con compañeros, aunque alguno me mire con rareza, sin saber muy bien a qué viene, y que estoy dándole vueltas a organizar una actividad divulgativa.
Nuestro pundonor ha de concentrarse en anunciar, como trompeta a los cuatro vientos, lo que estaba oculto o velado, no sabemos por qué: el origen, la cuna, la procedencia de nuestro sabio, Julio Casares, que pregonaremos y proclamaremos, orgullosos. Le inquiriremos: Don Julio, «Y vuestra merced, ¿dónde camina?» –«Yo, señor –respondió el caballero–, voy a Granada, que es mi patria». – «¡Y buena patria!», replicó don Quijote».
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