Hirayama trabaja en el mantenimiento de los lavabos públicos de Tokio. Fuera de su rutina diaria, disfruta de su pasión por la música y los libros. Le encantan los árboles y les hace fotos. Parece totalmente satisfecho con su vida sencilla. Es la sinopsis de ' ... Perfect Days', la última película del cineasta alemán Wim Wenders (78 años), conocido por 'Paris, Texas' (1984), ganadora de la Palma de Oro en Cannes, o más recientemente, por 'La sal de la tierra', el brillante documental sobre el fotógrafo Sebastião Salgado.
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A lo largo de dos horas, Wenders nos muestra con elegancia y sensibilidad la vida solitaria del protagonista, un trabajador japonés de 60 años de la empresa The Tokio Toilet, interpretado magistralmente por Koji Yakusho (Mejor actor en Cannes 2023). Observamos sus rituales diarios desde el amanecer: vive en una modesta casa de un barrio de la periferia, se levanta de madrugada, se viste su mono azul, sale de casa mirando al cielo y se sube a la pequeña furgoneta del trabajo, repleta de utensilios de limpieza.
Antes de arrancar y comenzar su jornada, el japonés elige cada mañana un viejo cassette y escucha algún clásico americano de los años 60 y 70: The Animals, The Velvet Undergound, Otis Redding, Patti Smith, Van Morrison o Lou Reed, cuyo tema 'Perfect Day' inspira el título de la película. Canciones universales que, cuidadosamente seleccionadas por Wenders, acompañan sus trayectos diarios por la ciudad, pero, sobre todo, funcionan como una hermosa banda sonora y un puente emocional con el espectador, que comparte así los momentos de alegría, tristeza y reflexión del protagonista. Cada canción es un breve capítulo de su vida.
Su trabajo diario consiste en limpiar los aseos públicos del distrito de Shibuya. Pero, ni los aseos son convencionales –son lavabos de diseño creados por famosos arquitectos–, ni el distrito es normal. Se trata de un barrio exclusivo, famoso por sus grandes centros comerciales, sus tiendas de moda y el cruce más transitado del mundo, que aparece en muchas películas de Tokio, como la maravillosa 'Lost in Traslation' de Sofía Coppola.
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Hirayama limpia todos los días esos inodoros con sorprendente minuciosidad y dedicación. De manera disciplinada y casi obsesiva. Pero, conforme avanza la historia y vamos conociendo al protagonista, esta tarea, que en principio nos puede parecer desagradable e ingrata, se va transformando en un trabajo digno y respetable.
Al mediodía, el limpiador hace una parada en el pequeño jardín de un templo budista para tomarse un sandwich y sentado en un banco observa cómo el sol se cuela entre las hojas de los árboles, lo que los japoneses llaman 'komorebi'. A veces, saca su pequeña cámara analógica Olympus y hace algunas fotos de esos instantes. Luego, continua sus tareas de limpieza hasta la tarde.
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Terminada la jornada, vuelve a su barrio en la furgoneta. Se asea en unos baños públicos junto a otros hombres de su edad. Come algo en el bar de siempre y regresa a casa. Antes de acostarse, cuida sus plantas y las riega con un pulverizador. Y para finalizar el día, lee bajo la luz de un flexo cuentos de Faulkner y Patricia Highsmith y ensayos de Aya Kōda.
Wenders también nos muestra al personaje en la rutina de sus días de descanso, cuando aprovecha para lavar la ropa, revelar los rollos de película con las fotos de los árboles, limpiar su pequeño apartamento, comprar libros baratos y cenar en un restaurante.
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La película transcurre, como la vida de su protagonista, de una forma metódica, rutinaria y bastante silenciosa. Y recuerda irremediablemente a la exitosa 'Atrapado en el tiempo' (1993), donde un meteorólogo interpretado por Bill Murray, que cubre para televisión el Día de la Marmota, queda atrapado en un bucle temporal, donde se repite el mismo día una y otra vez.
La rutina (impuesta) hace que Murray intente suicidarse en varias ocasiones y finalmente, acabe revisando su propia vida y sus prioridades. Sin embargo, Hirayama parece haber encontrado en su rutina (voluntaria) el equilibrio interior, a través de su estilo de vida: meticuloso en su trabajo diario, atento a disfrutar de los detalles y aferrado a una concepción analógica, austera y totalmente anacrónica del mundo.
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Siguiendo el camino de su admirado Ozu, Wenders busca –con un ritmo pausado y contemplativo– la belleza en lo cotidiano, los pequeños placeres de la vida y los motivos para seguir confiando en el género humano. Y, como ha hecho magistralmente Erice en 'Cerrar los ojos', también revisa el pasado, sin caer en la nostalgia.
Cuando los hombres alcanzan los 50, empiezan a cuestionarse el sentido de la vida: ¿merece la pena seguir buscando el éxito profesional, ganar más dinero, tener más poder? Todas las respuestas las tiene Wenders-Hirayama en su película. A una cierta edad, la felicidad solo se encuentra en lo cotidiano, en la naturaleza, un libro, buena música y en el sentido del bien común, «lo que nos define como civilización y tengo la impresión que estamos perdiendo», asegura el director.
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'Perfect Days' parece una historia mínima, pero no lo es. Es un manifiesto. Una película reaccionaria contra el consumismo y el individualismo salvajes de nuestra sociedad. Una sociedad donde los verdaderos héroes no son los que más ganan y más consumen. Ni tampoco los más famosos. Sino los que cada día salen de casa mirando al cielo, siguen su propia rutina y deciden llevar una vida sencilla.
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