Desde que en el siglo XVII se consagró en Inglaterra el sistema parlamentario, este se basa en una relación de confianza entre el Parlamento y ... el Gobierno. Es una relación tan natural y evidente que en el Reino Unido no hay investidura propiamente dicha, simplemente la Reina elige como premier al líder del partido más votado, que dimite cuando de una forma u otra y por los motivos que sean la House of Commons le manifiesta que ha perdido su confianza. En España importamos ese modelo en el siglo XIX y hoy día lo tenemos instalado en todos los niveles de gobierno, desde las Cortes hasta los municipios. Por eso, cuando un alcalde pierde la confianza del pleno lo que debe hacer, si quiere tener un comportamiento leal con la institución, es dimitir o, subsidiariamente, presentar una cuestión de confianza.
Por eso mismo, resulta tan patética la actitud del alcalde de Granada argumentando que él fue elegido para toda la legislatura y haciendo comparaciones con Madrid y otros gobiernos municipales de coalición PP-Cs, silenciando que en ellos ni se han originado crisis de gobierno, ni se eligió alcalde al candidato de la fuerza menos votada. La discusión sobre quién dice la verdad sobre lo que se pactó hace dos años entre Sebastián Pérez y Luis Salvador (dos más dos según uno, cuatro, según el otro) podrá ser muy importante para determinar la catadura moral de cada uno, pero institucionalmente es irrelevante porque lo importante es que doce concejales que tenían funciones de gobierno las han abandonado y el gobierno municipal en la actualidad solo se compone de dos personas. En 1955 Winston Churchill dimitió al advertir que había perdido el apoyo de la mayoría del Parlamento, no se aferró al Gobierno alegando que en 1951 había ganado las elecciones quinquenales, ni se puso a discutir si todavía gozaba de prestigio popular.
Aunque posiblemente los municipios españoles estén repletos de gentlemen dispuestos a cumplir las evidentes reglas de la democracia parlamentaria, siempre es posible encontrar alguno que otro más dispuesto a usar los mandatos legales para evitarse cumplir con esas reglas. En estos momentos, el caso más conocido es el alcalde de Orense, de Democracia Ourensana, que lleva un año gobernando con el apoyo de dos ediles de un total de 27 y aprovechándose de la incapacidad de la oposición para recabar las 14 firmas de concejales necesarias para presentar una moción de censura que le exige la Ley de Régimen Orgánica Electoral General. Aparentemente, el alcalde de Granada sigue el mismo camino y se hace fuerte aprovechando la barrera de las catorce firmas, mientras gana tiempo pidiendo «reflexión» a los concejales que abandonaron sus tareas de gobierno.
La teoría del sistema parlamentario de gobierno también nos enseña que en situaciones de crisis, primero la responsabilidad principal recae en el líder del partido más votado y, segundo, que le es lícito (por no decir obligado) buscar el apoyo de otras fuerzas políticas que no buscaría en situaciones normales. Así, y por seguir con el Reino Unido, cuando Neville Chamberlain dimitió como premier en 1940, Winston Churchill formó un gobierno de concentración entre el partido conservador y el partido laborista para poder afrontar la Segunda Guerra Mundial. Quitando el dramatismo de la situación bélica, esta teoría es plenamente aplicable a Granada. Por eso, ante la deslealtad institucional del alcalde, que ya está repercutiendo en la actividad cotidiana municipal –tal y como han denunciado los sindicatos– el cabeza de lista del PSOE debería de hacer algo más que sentarse a ver pasar la dimisión de su adversario, soñando con recoger los frutos de una nueva elección de alcalde en la que él sería investido automáticamente si ningún candidato consigue catorce votos.
Paco Cuenca, asumiendo la responsabilidad que le corresponde, debería atreverse a romper la barrera izquierda/derecha y abrir conversaciones con el segundo partido más votado para formar un gobierno de concentración. Serían diez concejales del PSOE más seis del PP, a los que eventualmente se le podrían sumar algunos otros, como los dos concejales que han abandonado Cs. Una mayoría sólida, alejada de cualquier chantaje de francotiradores solitarios, tanto para la gestión cotidiana como para avanzar en los grandes proyectos que, bien mirados, tienen poco de ideología y mucho de buena gestión: presupuestos municipales, revisión del PGOU, preparación de la candidatura a la capitalidad Europea de la Cultura 2031, etc. No es algo tan complicado si recordamos que ya se pusieron de acuerdo en el verano pasado para aprobar los presupuestos municipales de 2020. Y si los dos partidos se olvidan de las estrategias nacionales y se concentran en el interés general de Granada. El hilo de Ariadna que permite salir del laberinto municipal es bien visible ¿Se atreverán nuestros concejales del PSOE y el PP a cogerlo?
Para recordarle a todos, desde el alcalde abajo, sus obligaciones con la ciudad, pediros que acudáis esta tarde todos los granadinos a la plaza del Carmen a las 20:30. Es urgente acabar con la parálisis municipal que atenaza nuestra ciudad, mientras otras ciudades andaluzas disfrutan de gobiernos con estrategias a largo plazo. Por un gobierno de concentración ya.
GRANADA FUTURO:José Mª Aguilar, ing. de Caminos, empresario; Luis Curiel., empresario; Pedro Ferrer, ing. de Caminos, funcionario; Salvador Frutos, economista; Fernando Girón, Ing. de Caminos, empresario; Emilio Gómez Villalba, ingeniero Industrial; Emilio Herrera, arquitecto; Enrique de la Higuera, abogado, pte. Asoc. Empresarios Sierra Nevada; Miguel Giménez Yanguas, ingeniero Industrial; Juan Miguel Mtnez. Cañavate, empresario; Juan José Nievas Aranda, ing. Industrial; Segismundo Nogueras, ing. Agrónomo, empresario; Antonio Perera, economista; Ignacio Pozo; Miguel Rodríguez Ruiz, ing. Téc. Industrial; Agustín Ruiz Robledo, catedrático de Universidad; Manuel Sola, empresario; Miguel Valle, arquitecto; Manuel Vizcaíno, ing. de Caminos, funcionario.
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