Era el día 6 de agosto de 1923, fiesta de la Transfiguración del Señor, de la que era muy devoto Teilhard. En un arrebato místico, ... el jesuita Pierre Teilhard de Chardin, de 42 años, doctor en Ciencias Naturales, filósofo, místico y poeta, científico y pensador, redacta este precioso texto: 'La Misa sobre el Mundo'.
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Hace ahora cien años, en el verano de 1923, el jesuita paleontólogo y místico Pierre Teilhard de Chardin, recién llegado desde Francia a China, acompañó al padre Èmile Licent a una expedición geológica a Mongolia. Y también este verano de 2023, el Papa Francisco ha viajado a Mongolia para acompañar y animar a los cristianos de tan lejano país de Asia. Es muy interesante esta coincidencia de fechas entre el Papa Francisco y Teilhard.
Nos referimos a Teilhard. Uno de esos días de duro trabajo era 6 de agosto, el día de la Transfiguración, festividad muy 'teilhardiana'. No tenían pan ni vino para la Eucaristía y entonces Teilhard declama en voz alta 'La Misa sobre el Mundo' que había escrito para ese día. Este texto era una adaptación de 'El Sacerdote', escrito por Teilhard en el año 1918 y que declamaba cuando fue camillero en la primera Guerra Mundial y no podía celebrar la misa. Se trata, sin duda, de dos textos semejantes y bellísimos.
Teilhard había redactado una primera versión de 'La Misa sobre el Mundo', titulada 'Le Prêtre', en julio de 1918, en el bosque de Laigue. El texto de 'El sacerdote' lo escribió mientras servía como camillero del ejército francés durante la primera Guerra Mundial. En esa época, como le ocurrirá más tarde con 'La Misa', se había visto forzado a ofrecer una Misa espiritual no teniendo nada más que ofrecer: «Ya que hoy no tengo, Señor, yo que soy vuestro Sacerdote, ni pan, ni vino, ni altar, voy a extender mis manos sobre la totalidad del Universo, y tomar su inmensidad como materia de mi sacrificio…». ['El sacerdote' (1918)], Teilhard reflexionó en 'La Misa sobre el Mundo' sobre la irradiación de la Presencia eucarística en el Universo. Ciertamente que no confundía esa Presencia, fruto de la transustanciación propiamente dicha, con la Presencia universal del Verbo. Su fe en el misterio de la Eucaristía no era solo ardiente: era tan precisa como firme.
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Teilhard concluyó el texto manuscrito de con las palabras 'Ordos, 1923'. Con ello, daba a entender que la había escrito en el desierto de Ordos durante su primera expedición en China.
Durante los años de camillero durante la primera Guerra Mundial, escribió numerosos textos espirituales y místicos. Pese a que ninguno de los textos de esta época se refiere específicamente a la Misa, Teilhard redactó cada uno de ellos con un profundo sentido de su propio sacerdocio sacramental.
En 'La Misa sobre el Mundo', habla de una «extensión del sentido» de la Eucaristía. Más tarde desarrollará lo que podríamos llamar una «extensión del sentido del sacerdocio» al afirmar que cada «cristiano [tiene] una vocación santa, sacerdotal» [«Nota para servir a la evangelización de los nuevos tiempos», en 'La gran Mónada'. (ya citada), páginas 151-165].
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Lo que Teilhard veía es que estamos todos inmersos en una gran Misa, una Misa que no es sino nuestra vida y nuestra muerte. Es decir, con nuestra oración ofrecemos nuestro mundo a Dios; Él recibe nuestra ofrenda haciendo de ella su propio cuerpo y su sangre, y con esas palabras la consagra. Así entiende Teilhard la oración cristiana. Tras haber experimentado esta oración, nuestra vida activa se convierte en un acto de comunión extendido, una comunión que en última instancia integra nuestra muerte.
Mas esa fe en el misterio eucarístico era justamente lo bastante fuerte y lo bastante realista como para permitirle descubrir las consecuencias o, como él decía, las prolongaciones y las extensiones de esa fe. En un tiempo en el que el individualismo enmascaraba aún de ordinario sobre este punto la enseñanza total de la tradición católica, escribía (era el mismo año en que redactó 'La Misa sobre el Mundo'):
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«Cuando Cristo desciende sacramentalmente a cada uno de sus fieles, no lo hace sólo para conversar con él (…), cuando dice, por mediación del sacerdote: 'Hoc est enim Corpus meum', estas palabras desbordan el trozo de pan sobre el que se pronuncian: hacen que nazca el Cuerpo místico entero. Más allá de la Hostia transustanciada, la operación sacerdotal se extiende al Cosmos mismo (…). La Materia entera experimenta lenta e irremediablemente, la gran Consagración» […]
La coincidencia de fechas entre la presencia de Teilhard y del Papa Francisco en Mongolia con un siglo de intervalo puede ayudar a valorar el significado de integración de la fe cristiana en la realidad de nuestro mundo.
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