Ilustración: Higinia Garay

Lenguaje inclusivo

Puerta Purchena ·

Se puede evitar, siempre que se quiera, un lenguaje sexista o no inclusivo. Inclusivo es que me incluya

Viernes, 14 de mayo 2021, 02:28

Ni minusválido ni discapacitado y, mucho menos, retraso. Son palabras que hace mucho que no se emplean y que, quien lo hace, sabe a lo que se expone. Durante los últimos años los sustantivos y adjetivos con los que nos referíamos a la población con ... algún tipo de discapacidad se han modificado por fortuna y, tanto, que son ellos y ellas los que han indicado cuáles son los términos que debemos emplear y cómo quieren que sean tratados. Hay que hacerlo.

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Las mujeres, los y las feministas y quienes entienden de gramática y lingüística –donde hay muchas mujeres– también hemos hablado. Hemos llegado a la conclusión de que se puede evitar, siempre que se quiera, un lenguaje sexista o no inclusivo. Inclusivo es que me incluya. Yo no soy hombre. Soy mujer y humanidad. Por este motivo, eso de que «durante toda la historia, el hombre… bla, bla, bla» de los libros de texto no me identifica. Personas, humanidad, seres humanos, sí, pero hombre, no. Alumnos no, el alumnado, estudiantes, sí. Padres, no, padres y madres, sí. En fin, etcétera (etcétero, no). Todo esto pone los pelos de punta a la extrema derecha. Ayer mismo, en el Parlamento Andaluz, lo dijo un señor que, además, es filólogo. Es filólogo cuando le interesa, porque ayer no entendió en absoluto que el tema a debatir era, según enunciado, la «política general en materia de ordenación y evaluación educativa» que llevaba a cabo la Consejería de Educación y acabó hablando del lenguaje inclusivo, obviamente, desde el discurso machista y casposo, típico de este partido. De nombre de pila Macario, el diputado andaluz del partido de la extrema derecha sobre el que se sostienen Moreno Bonilla y Juan Marín en San Telmo, pedía al consejero Imbroda que impidiera que las ordas de feministas mancháramos con tinta permanente los libros de texto con nuestras 'a', nuestro lenguaje inclusivo y, básicamente, que dejáramos de pedir que, de una vez por todas, se hable bien, como corresponde, puesto que el lenguaje, como sabe el filólogo, se adapta a la población, sino de qué vamos a estar todo el día con el 'email', 'meeting', 'on line', 'ranking', 'podcast', 'startup', 'link', 'followers', 'bullying' y ¿qué hay de las ruedas de prensa en 'streaming', el directo de toda la vida?

Pedía 'rigor científico' porque detesta lo de 'judío y judía', 'visigodos y visigodas'. Lo que detesta, de verdad, es perder terreno, que se ponga freno a tantos siglos de desigualdad entre hombres y mujeres generados por el heteropatriarcado y el machismo que su partido, precisamente, representa. No le interesaba el tema para lo que requirió la presencia del consejero de Educación, que era conocer la realidad educativa de la comunidad. No le importa si se eliminan aulas en la pública, si se elimina el transporte escolar, si se dan las comidas correspondientes en el comedor a la población vulnerable, si las bajas del profesorado se cubren o si el alumnado es atendido como está estipulado por ley. Eso no, lo que le enciende es que en los libros de texto exista un lenguaje inclusivo. Y, ¿qué hizo Imbroda? Decirle que lo iba a mirar. Claro, si no lo hace, le dan puerta, salida, va a la calle y, en vocablo masculino, viento, humo.

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