![Las 48 leyes del poder](https://s1.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/201906/21/media/cortadas/urna-voto-kRO-U80575044065mRD-624x385@Ideal.jpg)
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Después de años olvidado, tras desearlo y no haberlo podido tener en su día, me encontré hace una semana con la fabulosa obra maestra de Robert Greene, 'Las 48 leyes del poder'. Es posible que ya llegue demasiado tarde para mí, al darme cuenta de ... que he incumplido, si no todas, sí la inmensa mayoría de los 48 pilares para hacerse con el poder en política. Solo con ojear por encima el enunciado de las 48 uno puede sentir esa melancolía inevitable de aquel que fracasa y mira hacia atrás recordando lo que pudo haber sido y no fue.
Bien es verdad que no he sido el único al que le hubiese venido bien haber leído hace tiempo este libro. Sin ir más lejos, la ley número 15 tampoco se la leyeron a Susana -porque ella leer, creo que lee poco-, y así le fue en el momento de la verdad: «Aplastar totalmente al enemigo» («Se pierde más deteniéndose a medio camino que con la aniquilación total: el enemigo se recuperará y querrá venganza. Hay que aplastarle con contundencia, física y espiritualmente», página 147).
La realidad es que todo este circo montado con los multipactos postelectorales obedece al puro y duro juego del poder, con la diferencia de que mientras unos manipulan sus intereses disfrazándolos de contenido moral-democrático, la otra parte es incapaz de saber muy bien cómo encajar en la ecuación las partes de la suma y de la filosofía, como expliqué en mi anterior artículo. Mientras el sanchismo puede pactar con Podemos, el separatismo catalán o los proetarras, sin que nadie cuestione la inmoralidad del acto, Ciudadanos esta quemándose a fuego lento en la parrilla mediática de casi monopolio que gestiona los intereses de la izquierda populista de este país. Unos medios que, por cierto, han encontrado a un aliado valiosísimo que se ha descubierto como el caballo de Troya perfecto introducido de manera ciega y alegre por Albert Rivera, sin darse cuenta de quién era y qué pretendía Manuel Valls, porque o bien no habló demasiado con él antes de ponerle todo el partido a su disposición, o bien fue engañado de manera inmisericorde por el socialista francés.
A estas alturas el resultado es que Valls está fuera de Ciudadanos pero Colau dentro del traje de alcaldesa, volviendo colgar el lazo amarillo por los «presos políticos» en el balcón del ayuntamiento como primera y urgente medida. Hay quien aplaude el gran gesto de altura política del redentor francés porque darle la alcaldía de Barcelona a ERC habría sido regalarle al separatismo un escaparate mundial único. Y dicen esto después de que los separatistas cuenten con la Generalitat, sus embajadas ilegales y el Camp Nou. Que alguien me explique qué iba a aportar Maragall a la causa que no aportase la propaganda golpista en un estadio donde cada semana juega un tal Leo Messi, quinto mejor jugador del mundo en la actualidad según los premios pagados por Florentino Pérez, digo por la FIFA.
La cuestión es que Albert Rivera quiere escribir sus propias leyes del poder, y solo en este sentido se entiende el comportamiento de las últimas semanas. Intuyo que este es su objetivo, pero me es imposible alcanzar a comprender sus formas. Rivera ha priorizado recoger todo el poder posible antes de afianzar y fortalecer su proyecto de partido a nivel nacional y territorial, cuando la fórmula más aconsejable es la contraria: crecer como partido para después obtener el poder si una mayoría de votantes confía en ti. Ley 35: Dominar el arte de calcular el tiempo («No hay que dar la impresión de actuar apresuradamente... dar la sensación de que se es paciente... aprender a mantenerse al margen cuando la hora no ha llegado y golpear con fuerza cuando es el momento», página 355).
Así mientras nos distraen con esta mercancía trucada, España lleva ya más de un año sin gobierno, y a nadie parece preocuparle. Lógicamente digo gobierno que gobierne, no que ocupe el poder y disfrute de él a bordo del Falcon, cuyos viajes son secreto de Estado. Rajoy, personaje nefasto donde los haya en nuestra larga historia, al menos intentó ofrecer un pacto a Pedro Sánchez cuando el «no es no».
Ahora, en cambio, ni siquiera eso. El PSOE se dedica a hablar con comunistas y a tantear a los enemigos de la Constitución mientras exige que Ciudadanos facilite el disfrute sanchista por 4 años más. Una cosa es tender una trampa «constitucionalista» a Albert Rivera y otra pretender, directamente, que se ponga de rodillas como alfombrilla para darte el poder. Ley 49: si eres Pedro Sánchez, todo te estará permitido por los guardianes de la moral y la esencia democrática. Esta ley aún está en proceso de elaboración.
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