Estamos en la semana del Día Internacional del Libro. Pero la celebración parece ensancharse y ya todo abril es un conmemorativo mes del libro. Siempre es bueno celebrar la lectura como inmejorable camino de plenitud. Aunque muchos de estos fastos lisonjeros se cuecen en el ... topicazo, desde la mera pose, hay no pocas acciones, aquí y allá, que estimulan la reflexión, el interés público, en definitiva un acercamiento, al libro y a la lectura. Isaac Asimov, autor de obras de ciencia ficción, historia y divulgación científica, decía que una biblioteca no es solo una biblioteca, «es una nave espacial que te llevará a los puntos más lejanos del universo, una máquina del tiempo que te llevará al pasado lejano y al lejano futuro, un maestro que sabe más que ningún ser humano, un amigo que te divertirá y te consolará y sobre todo una salida a una vida mejor, más feliz y más útil». Borges lo sintetizaba muy bien cuando hablaba del libro como una extensión de la imaginación y la memoria. Vienen a la memoria mis primeras lecturas, la revista Pulgarcito, la colección Historias, de Bruguera, con tantos grandes autores. Recuerdo como algo mágico aquel recodo del portal junto a las escaleras, o el patio, bajo el limonero, leyendo Dick Turpin, Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino, Ricardo Corazón de León, Viaje al Centro de la Tierra, Un capitán de quince años, David Copperfield, Los hijos del Capitán Grant, Miguel Strogoff, Cinco Semanas en Globo,… Y la colección Libro Amigo, también de Brugurera, con las obras de León Uris; también de la misma colección recuerdo Ben Hur. Con la serie juvenil de la editorial Molino me acerqué a la serie de Alfred Hitchcock o a la de Los tres investigadores. Entre medias las historias de Astérix, Tintín, El Capitán Trueno y los comics de Marvel. Luego mi relación con el libro y la lectura continuó, con algún que otro altibajo, con desordenadas elecciones, y nutricios encuentros.

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Un libro es una presencia viva. Cada persona que lee trata de entender su vida a través de los libros, necesita romper barreras y horizontes de su existencia, precisa engrandecer su mismidad. Federico García Lorca en septiembre de 1931 pronunciaba un discurso en la inauguración de la biblioteca de Fuente Vaqueros. Entre otras cosas decía: «No solo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social». Lorca contaba que cuando Dostoyevski estaba prisionero en Siberia, alejado del mundo y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita, pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: «¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!». El hondo y altísimo latir de la vida, con sus luces, con sus sombras, con ese universo insondable que nos interroga cada día, no podemos callarlo, por eso se inventó la literatura. Por eso el libro nos nombra.

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