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Juan Teruel
Periodista
Viernes, 2 de febrero 2024, 23:14
Parece una obviedad, pero, en principio, todos los seres humanos aspiramos a ser longevos. Sobre todo, si el serlo lleva implícito un nivel razonable de salud. Aunque, eso sí, nadie consigue librarse del todo de eso que se llaman los achaques. Desde luego, unos más que otros, naturalmente. Lo que ya es algo que se considera una marca imbatible es llegar a ser centenario (ni todos lo deseamos). Y, mire usted por donde, en Almería ha crecido la cifra de las personas que han alcanzado esta marca. Evidentemente, esto hay que ponerlo en relación con la época; porque las condiciones de vida y de confort se van incrementando con el tiempo. A pesar del cambio climático y de otros desajustes de una sociedad tan criticada como la nuestra.
Para mí ha sido una sorpresa conocer este dato. Gracias al trabajo publicado el otro día por Alicia Amate, he sabido que, no es que haya crecido la longevidad de la población, sino que se ha cuadruplicado con respecto a lo que se había registrado hasta 1998. Almería no es una excepción en esto; al contrario: está algo por debajo de la media nacional. También estamos por debajo de la media andaluza, en la que los longevos son seis veces más que los que había en el mismo periodo. Algo sorprendente: a pesar de los estragos que hizo la covid, el número de longevos afectados bajó con respecto a otros grupos. Es como si la edad fuera un factor protector con respecto a la epidemia. Hay que anotar también que el porcentaje de personas longevas no se mantiene invariable siempre: hay bajadas y subidas, según los años estudiados.
La mera observación de nuestro entorno nos pone sobre la pista de que las mujeres resisten mejor los avatares de la vida. De hecho, son más las mujeres que alcanzan edades avanzadas que los hombres que llegan a ser longevos. En concreto, ellas viven un promedio de ochenta y seis años, frente a los ochenta que duran los varones de promedio (la media nacional para ambos está establecida en los ochenta y tres). En el caso de los centenarios, ellas son el doble que ellos.
Mi opinión sobre el asunto tiene mucho que ver con la calidad de vida. Porque no es sólo cuestión de batir marcas, sino de mantenerse en este mundo con unos niveles de bienestar aceptables. Supongo que usted, como yo, habrá oído alguna vez la expresión 'tiene una mala salud de hierro'. Es una frase en la que se altera la sentencia clásica que define a las personas que gozan de una muy buena salud. Resulta algo controvertido el hecho de que haya algunos que andan siempre de médicos y con largos episodios de permanencia en cama, pero que duran más que esas pilas que se anuncian por televisión. Este es un problema que alcanza a sus familias, que deben ocuparse de una persona enferma, a la que hay que prodigarle cuidados continuos. Son casos en los que la enfermedad afecta en realidad a todo el entorno. A mí me da que hay un componente psicológico en este grupo de gente, porque la salud –tal como yo la entiendo- requiere de la cooperación necesaria del propio individuo. De hecho, son conocidas las personas que, aun siendo objeto de algunos procesos mórbidos de cierta intensidad, dan muestras de una gran fortaleza.
En fin, que lo importante no es ya la longevidad sino la calidad de vida.
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