La luz fue la primera criatura de Dios. Lo dice el filósofo inglés Francis Bacon y antes que él, lo dice el Génesis en el primer capítulo dedicado a la creación del mundo. Sin apartarnos de la Biblia, la luz aparece en muchos pasajes del ... Antiguo y del Nuevo Testamento y, de forma repetida, en el Evangelio de San Juan, de clara influencia helenística, en cuya expresión adquiere gran importancia el dualismo entre las tinieblas y la luz; la luz es la palabra y la vida y Jesús de Nazaret dice de sí mismo que es la luz del mundo, que quien le siga no caminará en las tinieblas.
La luz significa libertad para las alumbradas del siglo XVI, porque tratan de vivir el cristianismo como una relación con Dios que se expresa en la oración mental más que en las estrictas normas de la liturgia, lo que choca, naturalmente, con la ideología dominante, en un momento de pugna religiosa entre la Reforma protestante y el Concilio de Trento. La Ilustración es el Siglo de las luces, donde todas las verdades se someten a la crítica de la razón, como dice Kant. La luz aparece también en los poetas románticos y posrománticos, como opción, como conquista o como ambas cosas a la vez. Bécquer la identifica con la vida –al brillar un relámpago nacemos– y con la alegría que es la brilladora lumbre, mientras que el pesar es la temerosa sombra; para María Zambrano, es el lugar donde el corazón se abandona, se entrega y se recoge y Vicente Aleixandre define su poesía, desde el origen, como una aspiración a la luz. Cuando se descorre el velo que oscurece el cielo en la canción de Serrat, comienza una nueva jornada con sus tareas y sus labores y cuando se pone el sol, necesitamos luz artificial para desenvolvernos o círculos cálidos y luminosos que nos envuelvan. La luz que se vislumbra a lo lejos es una señal de esperanza y, por mucha oscuridad que exista, queremos creer, con Leonard Cohen, que en todo hay una grieta y así es como entra la luz. Cuando tenemos una idea brillante, decimos que se nos ha encendido una luz y si decimos de alguien que tiene pocas luces, no estamos dedicándole un elogio, sino todo lo contrario.
Queremos luz: un espacio iluminado, una casa soleada, un camino alumbrado… Y queremos luces, muchas luces, especialmente en algunas fechas que marca el calendario, como en Navidad. Las ciudades y pueblos se llenan de colores brillantes, de bombillas blancas que simulan nieve, de guirnaldas que rodean edificios y se cruzan de forma artística para formar un cielo sobre nuestras cabezas y durante un mes o más, caminamos de noche con un plus de iluminación y entramos en otros lugares, también iluminados intensamente, de los que salimos con bolsas decoradas con colores y brillos. Parece que el encendido de las luces de Navidad invita a estar en la calle y anima el consumo y, en algunas ciudades, se convierte en un fin en sí mismo porque atrae incluso a gente de otros lugares para ver el espectáculo.
Sin embargo, cada vez hay más voces que avisan del elevado precio que cuesta ese encendido navideño, que no es solo una cantidad de euros de cinco o seis cifras, sino un impacto medioambiental que perjudica al planeta y que cada vez resulta más insostenible y más contradictorio. Mientras que muchas familias escatimarán el calor de una estufa en invierno, las calles nos deslumbran con miles de focos; vemos en televisión que, en determinadas costas de la península, hay gente en las playas, y echamos de menos la nieve en las sierras de nuestro entorno, pero preferimos ignorar la relación entre el consumo de energía y el calentamiento global. El capitalismo sigue imponiendo un modelo depredador que no piensa en el futuro si no es para acumular beneficios y, entre sus múltiples trampas, nos hace creer que ese despilfarro de luces es consustancial a la Navidad. Claro está que no ha sido siempre así, pero en estos momentos es necesario multiplicar los medios para que el resultado sea espectacular. De eso se trata, de que su efecto nos seduzca, nos convenza de que vivimos en el mejor de los mundos y nos deslumbre con su artificio. Pero, sin embargo, y para quienes quieran verlo, la luz es símbolo de libertad, de esperanza, de vida, de razón, de trabajo y de paz: la luz que deseo para el Año Nuevo.
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