La Carrera

Maitines

Al ponerles cara a los personajes, mis hijos se interesaron por las reflexiones que M. Aurelio plasmó en el libro, y que son el fruto –añadí– de su manera serena de ver la vida y sus esencias

josé ángel marín

Lunes, 3 de enero 2022, 23:15

En la amanecida de cada primero de enero, suelo abrir los ojos con la misma lectura, con un fragmento del libro titulado 'Meditaciones', en el que Marco Aurelio recopila, en las postrimerías de su existencia, los apuntes que este emperador romano fue anotando al hilo ... de las circunstancias que vivió.

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Marco Aurelio redactó este libro en los paréntesis de sus actividades políticas y bélicas, en esos rellanos escasos que su condición le permitía, pero que él, de un modo u otro, siempre procuraba para refrescar vínculos con el estoicismo filosófico en que militaba. Es eso lo que siempre me ha sorprendido de este texto que releo en los maitines del primer día del año: que está escrito en las treguas militares, tras el fragor de las contiendas del territorio norte del Imperio; y llama mi atención que, paradójicamente, sea este libro una de las cimas de la conciencia y la introspección humana.

Aunque nació en Roma (año 121 d.C.), Marco Aurelio descendía de una familia de origen hispano y fue adoptado por Antonino Pío, de quien heredó el cetro imperial en el año 161 y hasta su muerte veinte años después. Ya antes de su reinado, Marco Aurelio había oficiado en los altares sacrificiales romanos, mostrando al patriota que llevaba dentro. En el siglo II, de la mano de la dinastía Antonina y de sus llamados 'cinco emperadores buenos' (Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío y el propio M. Aurelio), tuvo lugar la mayor estabilidad política, económica y social de Roma; luego vino Cómodo y se torció la cosa.

Mientras releía traducidas a nuestra lengua las reflexiones que M. Aurelio había escrito en griego, despertaron mis hijos y todavía en pijama me preguntaron qué páginas eran esas en las que yo tenía clavada la mirada. Cerré el volumen y les propuse hablar de ello durante el desayuno. Y así, mientras se doraban las tostadas, les dije que aquellas que leía eran hojas impregnadas de estoicismo, de una filosofía antigua que todavía respira, aunque no reparemos en ello. Les comenté que el autor del libro era el emperador que aparece en las primeras escenas de la película 'Gladiator', en la que Russell Crowe interpreta a Máximo Décimo Meridio, un leal general hispano del ejército del Imperio que es traicionado por Cómodo, el ambicioso hijo de M. Aurelio, quien ha asesinado a su padre para llegar al trono.

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Al ponerles cara a los personajes, mis hijos se interesaron por las reflexiones que M. Aurelio plasmó en el libro, y que son el fruto –añadí- de su manera serena de ver la vida y sus esencias. Meditaciones que, por su sabiduría y humildad, han tenido impacto en el pensamiento occidental e influyeron en la configuración del cristianismo y en el humanismo posterior.

En lugar de rodearse de una legión de palmeros, como hacen los actuales mercachifles políticos, Marco Aurelio optó desde el inicio por cierta austeridad, por intentar conocerse a sí mismo, por la dignidad sin afectación, y nunca perdió la capacidad de descubrir.

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