El 29 de noviembre, día de la muerte de Ganivet, el Centro Artístico homenajeó a este granadino y, en su memoria, se depositó un ramo de flores en su tumba, dejando muestra de la admiración, de esta institución, por este pensador que tantas 'ideas redondas ... nos dejó. Ganivet es de admirar, no solo por darse cuenta lo que nos iba a traer la modernidad socialista, que hoy padecemos, sino, también, por sus relevantes y magnificas ideas sobre la educación, el socialismo, los políticos, la sociedad, los demagogos, los medios de comunicación de masas, del globalismo... y, sobre todo, por advertirnos de la necesidad, para ser ciudadanos nobles, de una buena educación y formación. Günther Ander, en 1954, se pregunta: ¿Por qué nos quieren ignorantes? Es evidente. Ganivet ya se dio cuenta por lo que discrepa, rotundamente, de la que ofrecen los estados, siempre en defensa de sus intereses y control de la población, que no es la que necesita el ser humano para ser libre, responsable y, por tanto, útil, convivencial y defensor de su cultura y sociedad. La que nos ofrece el Estado es una enseñanza que no le interesa al individuo ni da una verdadera formación integral, al ser una enseñanza ideológica, que en nada beneficia a los ciudadanos ni a la sociedad y, muchos menos, a nuestra civilización, forma de entender la vida con la que poder convivir, desde principios comunes.

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Ganivet se separa de la modernidad socialista, que olvida que la principal virtud del gobernante es infundir amor al esfuerzo, que nos dignifica y nos arranca del estado de ignorante quietud en la que viviría eternamente. No hay otro deseo más importante, para Ganivet, «que cada hombre trabaje con su propio cerebro», por eso dice: «Yo creo que enseñar vale más que gobernar y que el verdadero hombre de Estado no es el que da leyes, que no sirven para nada, sino el que se esfuerza por levantar la condición del hombre». Nada de esto se está haciendo, sino al contrario, el Estado impone la enseñanza que le beneficia, no la que el ser humano necesita para ser independiente y más preparado para poder enfrentarse a la vida, a las ideologías y demagogos. Es importante entender en qué cultura vivimos y saber, cómo nos dice, Martina Martínez Tuya, «que toda cultura tiene, primero, una idiosincrasia que solo puede ser o religiosa o racionalista (filosófica); y, segundo, tiene una moral que solo puede venir de una religión (una autoridad) o de la razón (una ética). Por lo que estamos viendo, rechazamos la racionalidad, pero también la ética, lo que significa que ya no sabemos qué cultura estamos promoviendo o queremos.

Las leyes se basan en una moral, en unos principios éticos, que ni se exigen ni se fomentan, al contrario, se degradan y, por tanto, nos apartamos de la filosofía y del humanismo. Es terrible que sean, los representantes de la sociedad, los que nos alejan de nuestra cultura y sus exigencias morales. Ganivet es consciente de lo que hacer para enfrentarnos a la decadencia, a la que nos llevan los políticos sin referencias, sin principios y mediocres. Así nos dice: «Si queremos quebrantar un poder luchemos por destruir la idea que los sostiene». En esta idea de luchar insiste cuando nos dice: «Si queremos formar a una generación de gente útil, hay que meterse en el la escuela». Pero quién se ha metido en la escuela han sido los políticos, que controlan el Estado, imponiendo unas ideas, que nos destrozan individual y colectivamente, como podemos comprobar viendo lo que se hace en la enseñanza pública y obligatoria. Los políticos imponen sus ideas para adoctrinar y controlar a los ciudadanos, despreciando el interés general. Ofrecen una educación que se aleja de nuestra cultura y sus valores filosóficos, con sus exigencias de racionalidad y responsabilidad. Así la sociedad y los individuos empeoran y los políticos buscan soluciones, a lo que ellos destrozan, dictando leyes para controlar la violencia, los robos, la delincuencia, las drogadicciones, las maldades... que machacan la convivencia al enfrentarnos, pero nada hacen para ofrecer una buena educación formativa de acuerdo a nuestra cultura basada en la razón y la ética. Nada puede mejorar sin ciudadanos respetuosos y versados en nuestra civilización, que tiene sus exigencias y valores comunes, con los que conformar una mejor sociedad.

En este sentido, Ganivet reniega de esta forma de hacer política, basada en leyes, una vez que han enfermado a la sociedad con sus ideas. Así dice: «Hemos llegado, a la patología social que se caracteriza por el exceso de leyes, que él denomina 'polinomia'». Cuando se llega a esta situación es evidente que hemos fracasado, pues no vivimos en una sociedad apacible ni unida. Nuestra sociedad no se caracteriza por la amabilidad, ni por sus virtudes, al contrario, caminamos sobre una sociedad agresiva, polarizada y fanatizada. Solo ver lo que sucede en la enseñanza para darnos cuenta del fracaso logrado. En las escuelas aumenta la violencia, el acoso, el fracaso, el abandono escolar, no mejoran los resultados, se empeora en todo. Los alumnos no salen conociendo las bases de nuestra civilización para que la puedan defender y amar. Es urgente un cambio radical para poder ofrecer un futuro digno, racional, ético y deseable, desde el sentido común.

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