El siglo XXI ha entrado con malos augurios de la mano de unos nuevos personajes y políticos que deambulan en la improvisación y la falta de escrúpulos, entre otras cosas, porque han preferido seguir ideologías nefastas, que fomentan determinados círculos poderosos, con intereses concretos; pero ... también seguidos por masas de ignorantes, que desprecian las virtudes y la moral. Estas ideologías han conseguido hacer la vida invivible y desagradable, pues todo se torna incorrecto y punible; mientras la galantería, la urbanidad o la educación ha saltado por los aires.
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El siglo XX ha sido terrible al comenzar con odios nacionalistas de franceses y alemanes, que provocaron inhumanas guerras, que provocó la llegada de los totalitarismos: comunismo y el nacionalsocialismo, ambos surgidos del marxismo, que destrozaron Europa. La actual realidad, que surge con la recuperación económica bajo las ideas de la socialdemocracia, que se ofrece como alternativa y nos introduce en un mundo de esperanzas y bienestar. De los desastres de las guerras, los odios y el sufrimiento se recobra la 'convivencia' en Europa por la colaboración económica, pero nos metió en el drama, a medio plazo, del optimismo del bienestar, que nos despersonaliza como seres individuales, adornado con el relativismo moral, como nueva forma de convivir, pero que nos abocan a una sociedad sin referencias ni principios éticos.
Savater comprende el peligro del optimismo y nos dice: «El optimista se queja de lo mal que va todo comparado con lo bien que según él podría y debería ir. El optimista no tiene reparo en echarlo todo a rodar, pues está impaciente por el advenimiento de lo Mejor…»; en el optimismo vive esta sociedad. De estas ilusiones, a finales de los 60, comienza el cambio con la 'revolución' de Mayo del 68, en la que unos jóvenes, sin privaciones y universitarios, se enfrentan al sistema con el lema de «prohibido, prohibir», que buscan convertir sus deseos en derechos, que acaban por fomentar la deshumanización y la actual crisis de valores. Por otro lado, y en esta dirección; el Club de Roma va a dar forma al movimiento conocido como ecología política, que propaga el miedo al colapso económico y ecológico, y, aprovechando la crisis del petróleo (1973), habla del fin de los recursos y propone el «crecimiento cero». Surgen los 'cataclismos ecológicos' ante el aumento de la población y sus consecuencias, puesto que los recursos son limitados. Desde entonces, las llamadas de atención son constantes y nos avisan de los peligros del efecto invernadero, la lluvia ácida, la disminución de la capa de ozono, el cambio climático, etc.
Todo queda en suspenso, en los años 90, cuando se constata el fracaso del comunismo, por inútil. La caída del Muro de Berlín va a concretar una 'nueva izquierda', que abandona la «explotación proletaria». Ernesto Laclau, a mediados de los años 80, se apresura a buscar nuevas formas de dar vida a una ideología desfasada. Los comunistas las encuentran en las ideas de los estudiantes de EE UU, opuestos al sistema, y en las ideas de mayo del 68, que convirtieron los deseos en derechos individuales; así surge el feminismo, el derecho al aborto, el animalismo, la diversidad de géneros, el ecologismo, el globalismo, el racismo, el machismo, etc., que implicaba un rechazo al Occidente cristiano y a sus principios. Esta nueva izquierda, se alía con la cultura woke de las universidades norteamericanas y se inicia el dominio cultural, que imponen, a pesar de sus aberraciones morales. Europa, que mantiene las leyes del republicanismo y dominada por la socialdemocracia, no sabe oponerse a esta nueva izquierda, que utiliza las leyes de la democracia para minar una cultura a base de beneficiar a los que nos invaden y a todo lo que nos perjudica. No solo no las rechaza, sino que las acoge y negarlas significa ser apestados o fascistas. Así, el pensamiento woke, se adueña de las conciencias, pues están dispuestos a emprender un juicio definitivo contra el mundo Occidental y, en particular, contra el hombre blanco. Todo se torna en una sociedad decadente, globalista e inundada de ideas perversas que, sin saber por qué, cobran relevancia y que, los organismos internacionales, amparan.
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El siglo XXI recoge todas estas ideas y nos amenazan con pandemias, calentamiento global, extraterrestres, inteligencia artificial, CO2, etc., que provocan, en la población, complejos de culpa y miedos. El siglo XX, con sus leyes educativas y control de la Justicia, etc., ha concluido en una sociedad enferma, pues aprecia más a los que delinquen, están contra la paz o desprecian la democracia, que con los que defienden la vida, la convivencia y las leyes.
El siglo XX ha sido el campo de experimentación del siglo XXI, en el que todo será modificado, desde el todo vale y el todo es respetable, que hará imposible la democracia, al quedar sin referencias ni principios comunes. El siglo XX ha sido el triunfo de Münsterberg y de Gramsci, pero también del XXI, al controlar la cultura, con no pocos escritores, periodistas, artistas, científicos, etc., dispuestos a defender una imagen idealizada de la 'nueva izquierda' actual, como antes lo hicieron con el comunismo clásico. El siglo XXI está preparado para hacer efectivos los objetivos propuestos, que se concretan por las distintas agendas, que nos tiene preparadas. Ante nuestros ojos se abre un mundo de incógnitas e inquietudes de difícil pronostico.
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