Flor silvestre. Pixabay

Cuando había cuatro estaciones

Tengo un jazmín en la terraza que no sabe si seguir bombeando savia para que aparezcan flores blancas o parar un poco a ver qué pasa

Manuel Molina

Jaén

Sábado, 2 de diciembre 2023, 23:12

Hubo un tiempo en que todo venía marcado por el cambio estacional, con la primavera los cuerpos sentían la extrañeza que veían brotar en el campo y el verdor se adueñaba también de la circulación y las médulas produciendo una especie de inaudita (in)satisfacción.

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Con las primeras calores se anunciaba que los campos se agostarían, las clases se prestaban a poner fin y el mundo se convertía en una eterna siesta para los niños. De repente, un día había que ponerse una manga larga, que solía coincidir cuando en los mercados aparecían las granadas y los membrillos. Después de la Inmaculada comenzaba el trajín de los fardos moviéndose entre camadas de olivares rodeados de escarcha y un frío que calaba los huesos.

El giro del planeta marcaba cuatro movimientos y las vidas se amoldaban a ellos; los campos, los pájaros y las flores entendían su mecanismo silencioso de funcionamiento y sabían cómo responder: con recogimiento, vuelos kilométricos o florecimiento.

Tengo un jazmín en la terraza que no sabe si seguir bombeando savia para que aparezcan flores blancas o parar un poco a ver qué pasa. Esta semana caminaba por el campo y me encontré dos espárragos silvestres erguidos como si fuese un soleado día de primavera.

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Los pajarillos revolotean en juegos que disfrutan tanto bajo el azul como si no hubiese un atisbo de frío que obligara a enramarse bajo un aguacero. El almanaque señala que es otoño, pero en realidad se trata de un extraño tiempo de manga corta y sequía. Dicen que todo puede ser consecuencia del cambio climático, de las patadas irrespetuosas que ofrecemos cada día 'in crescendo' a la pobre tierra, aunque una parte de la población cree que no sea otra cuestión que una abducción de siniestras mentes que nos han hecho creer eso para que tengamos cargo de conciencia; esas personas documentadas en internet y redes se afanan en esclarecer el asunto, incluso se da la circunstancia que algún partido político lo vende como proclama. Las cosas han sido siempre así y así seguirán. Me he dado cuenta de que parece un estribillo de Alaska.

Retomo el hilo, para los más jóvenes. Soy consciente de que esto anterior ya puede considerarse una proclama viejuna. Hubo un tiempo en que la Semana Santa duraba una semana, tal vez si me apuran unos días antes. Los santos y vírgenes ocupaban las calles tan solo ese espacio de tiempo. ¿No me creen? Bueno, admito que alguna gran sequía o epidemia los hizo salir extraordinariamente, pero no se paseaban tres o cuatro veces al año. Entonces usted es… se equivoca. Jalogüín no existía, lo prometo por Benetton.

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Una parte de los años de mi vida lo más cercano que realicé a esa extraña invasión fueron melones vaciados con una vela dentro y sujetos con una tomiza a modo de sujeción. Y qué decir de la Navidad que comienza en noviembre y llega hasta enero. Casi tres meses de Pascuas son. Luego, varios meses de carnaval.

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