Manuel Gutiérrez Mellado, destacado militar español, vicepresidente del gobierno de Suárez en mil novecientos ochenta y uno, cuando un teniente coronel del siglo XIX entró en el Congreso de los Diputados en el siglo XX pistola en alto. Un tipo curtido, como no puede ser ... menos alguien que pierde a padre y madre a muy temprana edad. Su tío, el editor Saturnino Calleja se encargó de que recibiera una esmerada educación. Y bien que lo logró, a sabiendas del ruido de sables que le tocó lidiar siendo vicepresidente de un gobierno que intentaba transitar desde la dictadura hasta la democracia. Al comienzo de la astracanada golpista un grupo de soldados y el propio Tejero intentan hacerle una torticera llave para tirarlo al suelo, no lo logran por el afán irreductible de aquel anciano militar. Después de varios intentos lo dejan por imposible mientras intenta restablecer un principio de jerarquía que el guardia civil se pasa por el forro. En esos disparos al aire del Congreso solo quedaron sentados hieráticos Adolfo Suárez , Santiago Carrillo y Gutiérrez Mellado.
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Unos años después yo trabajaba de camarero los veranos en un restaurante de un pueblo turístico de costa y casi todos los días al acudir a mi trabajo me encontraba a diario con aquel viejo y enclenque militar, eso sí, cargado de dignidad, que me saludaba con un amable 'buenos días' y al que yo respondía de igual modo cortésmente. Reconozco que aquel personaje ya retirado de la política suponía más o menos lo que podríamos concebir como un héroe. Cómo lidió con esa ultraderecha que nunca acepta otra idea de país que no sea la suya, trasnochada y anacrónica. Estarán siempre ahí intentando hacer una llave a quien se tercie, ya pueda demandar la democracia que sea.
Ahora les viene bien porque han creado un ejército voluntarioso de expandidores en redes y pseudoperiodistas que ayudan como nunca a la expansión del estercolero sin límites de sus inventadas acusaciones. No hay que entrar en el Congreso pegando tiros. Han logado convencer a un nutrido número de españolitos de que Satán es el presidente del gobierno y hay que exorcizarlo. Es lo que tiene la matemática de la democracia, que uno más el resto gobierna, aunque para lograrlo se deba vender el alma al diablo contrario.
Si tan solo me quedara con las opiniones en redes sociales y expresiones en tertulias cercanas de amigos, familiares y conocidos pensaría que probablemente estamos a las puertas de una hecatombe y que Pedro Sánchez o el que gobernara es la madre de los males. Pero observo que para el próximo año ya no quedan apenas locales para reservar el banquete de esa microbodas que son las comuniones, que cada fin de semana hay una fiesta tradicional y si no se inventa para el bebercio y comercio, que la gente viaja, se cura enfermedades, lleva a su progenie al colegio, se compra una casa –eso sí endeudándose-, se marcha de puente. ¿Qué está pasando?
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