Desde que leí 'El lector de Julio Verne' de Almudena Grandes siempre tuve ganas de emprender una ruta para conocer los lugares en que un maqui, resistente al franquismo y guerrillero comunista, Tomás Villén Roldán, alias Cencerro, tuvo a la guardia civil del momento en ... jaque desde el final de la guerra hasta mil novecientos cuarenta y siete en que lo abatieron, o se quitara la vida tras un chivatazo que le hizo esconderse en unas casas donde varios centenares de guardias lo cercaron junto a otro maqui. En el libro se incluyen licencias narrativas que rodean el libro de otras luces y otras sombras.
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Cristino Pérez Meléndez, catedrático jubilado de la Universidad de Granada, le sirve a la escritora como contrapunto narrativo a todo lo que cuenta; el chico protagonista y relator es como el espectador de todo lo que sucede, pese a que naciera un año después de la muerte. Tras las descripciones y los personajes aparecen Valdepeñas o Fuensanta, que en otras ocasiones visité, pero no con ese objetivo en la mirada.
Fuensanta aparece como final de trayecto en una curvada senda carretera desde Martos, pueblo alejado al que hay que llegar, por allí no se pasa. Limita entre el olivar y la serranía surcado por aguas que le dan nombre de fuente santa. Sorprende su iglesia con una importante fábrica arquitectónica y un curioso puzle gigante enmarcado y expuesto en una pequeña capilla. Un bello parque con rosaleda embellece el centro. Allí está situada parte de la trama novelada por Almudena Grandes. Un cuartel de posguerra y un viejo Molina que habitaba un personaje clave. Permítanme alejar el foco y recordar que una de las principales estaciones de tren españolas se denomina como la escritora, y así podremos valorar a la autora y su obra. Sin embargo, en Fuensanta no encontré la más mínima referencia al asunto. Ninguna indicación que relacionara el asunto literario probablemente más importante del pueblo. Tal vez debería corregirse ese silencio. Algunos avezados lectores llegan allí por tal motivación. Puede que dejen unos durillos, que nunca vienen mal.
De allí partí hacia otro lugar emblemático de la novela como es Valdepeñas de Jaén. Y en tal lugar, donde se encuentra la belleza natural de sus chorreras, se encuentra el molino antiguo de la familia de Serafín Parra, con más de quinientos años de historia y un museo etnológico de primer orden. El apasionado relato de Serafín sobre la historia del edificio es una delicia. Nada más entrar sorprende un gran cartel en el que se puede apreciar que por anduvo la novelista madrileña. Serafín me muestra generoso los lugares reales de la novela, las dos casas estratégicas que utilizaba Cencerro con fácil salida en caso de huida. También me acompaña al lugar donde fue acorralado junto a Crispín por cientos de guardias civiles y donde encontró la muerte. Ni un solo elemento recuerda a la novelista o los hechos. Pienso al irme las extrañas causas que provocan rechazar las oportunidades y en la vida cuando se tuerce
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