Hay dos cosas en la política actual que resultan incomprensibles: la altanería del PSOE gubernamental y su indignación por el rechazo a las barbaridades que van a perpetrar.

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Es asombrosa la soberbia con la que los socialistas se refieren a los demás, particularmente a quienes ... no pactan con ellos ni tragan las propuestas frankenstein. Se diría que realmente se han creído la milonga de la superioridad moral de la izquierda y se ven como un dechado de virtudes éticas frente a los demás, siempre cargados de malas intenciones. Hagan lo que hagan e incluso si incurren en lo que hasta ayer consideraban atrocidades. No intentan convencer a los ciudadanos con argumentos dignos de tal nombre, sino que cierran filas para proclamar sus buenas intenciones y sobre todo despotricar de la derecha por no seguirles la corriente.

Resulta sintomática la forma de referirse a la derecha. Un término que gusta sobremanera a 'la militancia' del autoproclamado progresismo es 'la derechona'. El término quiere ser absolutamente despectivo, evocando una especie de hidra del mal dispuesta a morder para saciar sus inconfesables intereses. Es como si en España no pudiera existir una derecha normal o que no tuviera derecho a la existencia

El concepto de derechona y demás términos descalificativos cumple hoy una función clave. Por contraposición, sirve para justificar cualquier barbaridad de las que están alumbrando un nuevo régimen. Dices «la derechona se opone como siempre» y la amnistía queda canonizada como el colmo del progresismo. Se ven como seres de luz que no pueden equivocarse y que si se equivocan es con buenas intenciones, y por tanto a perdonar.

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Hay una razón que hace absolutamente incomprensible la distinción moral entre izquierda y derecha. Los militantes/afiliados de unos y otros parecen perfectamente intercambiables. Si, por ejemplo, son concejales, comparten la tendencia al aislamiento, la improvisación voluntarista, la sumisión a los gerifaltes del partido y cierta conciencia bobalicona de ser una casta aparte. Vistos desde fuera, parecen gemelos, sujetos que tenían problemas para relacionarse con los demás por lo que entraron en política, donde volcaron su sociabilidad e iniciaron carreras muy por encima de su preparación y capacidad.

Por eso no se entiende la altanería socialista, máxime en esta coyuntura en que parece inverosímil que mantengan la idea de superioridad moral, una vez que actúan exclusivamente en función de los intereses de partido, contraviniendo programas, principios y retorciendo la legalidad.

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«La naturaleza de los hombres soberbios y viles es mostrarse insolentes en la prosperidad y abyectos y humildes en la adversidad». La sentencia de Maquiavelo es rotunda y está por ver el grado de vileza de nuestros mandos, que quizás sean sólo simplones, no viles, pero lo de la soberbia e insolencia les encaja. También resulta una gran incógnita si cuando les llegue la adversidad, que les llegará, darán en abyectos, humildes o saldrán a escape al grito de sálvese quien pueda. Con lo maquiavélico que era Maquiavelo sería incapaz de imaginar los retorcidos caminos de nuestra política oportunista.

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