Las organizaciones políticas, como todas las masas, tienen una prioridad: les gusta crecer, cuantos más mejor, unidos por una fe, una esperanza, un líder. Ahora bien, el afán de crecimiento a toda costa que Elías Canetti atribuye a las masas requiere una matización en el ... caso de los partidos españoles. Quieren ser grandes, pero los lidercillos que están a la espera de cargo, haciendo la pelota al superior, recelan de que el partido crezca justo por su especialidad (educación, sanidad, seguridad, vivienda, etc.), por el temor de que cuando toque cargo, les sobrepase un recién llegado.

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Los partidos solventan el obstáculo del lidercillo receloso dando entrada a gente dócil, adoratriz del meritorio que está a la espera de puestecillo. Así el partido crece de forma ordenada, por rebaños, cumpliéndose el principio de que la felicidad colectiva llega por el amontonamiento de fieles.

Los partidos tienen algo de institución mística, por lo que suelen hacer gala de su antigüedad y continuidad. Todos con el líder, amándolo, pero también con todos sus predecesores.

Lo malo es cuando llegan las vacas flacas. De pronto empiezan las dificultades, el elector abandona. El proceso se invierte. La masa comienza a perder grasa –»son los michelines que nos sobran», dicen al principio–. Algunos se dan de baja y se quedan sorprendidos cuando sus antiguos compañeros (compañeros de años) dejan de saludarlos, hacen como si ya no existiesen.

El partido controla el sálvese quien pueda, pero llama a la fidelidad al líder, aunque haga cada vez más rarezas. Quien no le muestre reverencia, caerá en desgracia. Aunque sea un antecesor señero… De pronto, el partido arremete contra su pasado.

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Podría parecer que el desprecio que hoy muestran los socialistas hacia sus predecesores en el partido –todos unos carcas por no comprender la actual creatividad constitucional– forma parte de su proceso de maduración, de modo que matan al padre (psicológicamente) porque los adolescentes necesitan romper con tal dependencia psicológica y emocional. Sin embargo, están cortando con su historia, lo que resulta fatal en una formación política.

Por eso la imagen que da el PSOE resulta tan rara. Ahora parece que los primeros padres, incluyendo Felipe González o Alfonso Guerra, son unos anticuados, incapaces de comprender las exigencias actuales. A lo mejor se han convertido en brutos o la burricie les viene de atrás. La organización deja de reconocerse a sí misma. Prefiere la orfandad.

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En esto imitan a algunos insectos, arañas, escorpiones y gusanos. Las arañas cangrejo jóvenes se comen a su madre. Tal sacrificio materno ayuda a la próxima generación, pero cabe dudar de que el canibalismo generacional sirva para revitalizar a un partido.

En el PSOE se han acostumbrado a gritar 'traición' y a añorar la expulsión de los disidentes, todos aquellos que discrepan de las últimas ocurrencias del jefe. Cuando un partido salta sobre sí mismo, exigiéndose depuraciones, ha entrado en una crisis catártica: puede seguir andando en bicicleta por la cuerda floja, pero cuando se caiga no quedará quien le llore.

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