Asombra que la figura de Stalin se haya recuperado en Rusia, setenta años después de su muerte. Más de la mitad de la población tiene ahora una imagen positiva del dictador, cuya ejecutoria fue en gran medida la de un criminal de masas: sus decisiones ... provocaron en torno a nueve millones de víctimas. La brutalidad social que patrocinó, el clima de miedo y las persecuciones quedan olvidadas. Algunos lo ven exclusivamente como el modernizador de Rusia o como el dirigente que llevó al país a la victoria de la segunda guerra mundial.
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Este fenómeno se percibió ya hacia el año 2000, tras el desmantelamiento de la URSS la década anterior y el marasmo que acompañó a la privatización de la economía, en el cambio desde la colectivización al peculiar capitalismo salvaje que surgió en Rusia. Tras 2014 (cuando la invasión de Crimea y el comienzo de los conflictos en Ucrania) las encuestas confirmaban la creciente popularidad póstuma de Stalin.
En este revival subyacen la nostalgia por un liderazgo 'fuerte' y la sensación de seguridad nacional que se asociaba al período estalinista. La revisión histórica tiene su intríngulis, porque promueve un patriotismo en el que ideológicamente se encuentra a la vez el orgullo por el pasado zarista y el soviético, dos épocas antagónicas.
Al parecer, en parte la responsabilidad del novedoso prestigio de Stalin corresponde a Putin, que rechaza situar al nazismo y al estalinismo en el mismo nivel, como es habitual en los estudios que se refieren a los totalitarismos del siglo XX. Alega que el estalinismo nunca se propuso exterminar a pueblos, lo que es una verdad a medias, porque, si bien no proclamó este objetivo como hicieron los nazis con los judíos, provocó la persecución sistemática de los kalmukos, la deportación de tártaros o la hambruna de Ucrania, con millones de víctimas …
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La historia del recuerdo de Stalin es compleja. Cuando murió, en 1953, gozaba de una popularidad extraordinaria, acentuada por la victoria sobre Alemania. Fue en 1956 cuando Kruschev impulsó la desestalinización de la Unión Soviética, denunciando el culto a su personalidad, así como el terror que promovió contra 'enemigos del pueblo' designados arbitrariamente, la deportación de grupos étnicos y las purgas sistemáticas que había realizado.
El 'discurso secreto' de Kruschev, pronunciado en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, dañó notablemente la imagen de Stalin. En 1961 su cuerpo embalsamado, que estaba junto al de Lenin el mausoleo de la Plaza Roja, fue trasladado a la necrópolis de la muralla de Kremlin, en una especie de degradación histórica.
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La reinterpretación actual rehabilita a Stalin. Cuando este año se colocó su busto en Volvogrado, la antigua Stalingrado, el alcalde de la ciudad aseguró que «muchos países quieren borrar la memoria de la gran victoria del ejército soviético». El alegato militarista asociaba la derrota del nazismo con la figura de Stalin. La actual crisis bélica lleva a que se enaltezca su figura y a que se olvide su política represiva.
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