Al final, el bipartidismo
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Los recién llegados vinieron con ínfulas, convencidos de que estaban llamados a transformarlo todoLos partidos emergentes, Ciudadanos y Podemos, que habían llegado para quedarse, han resultado flor de un día. La regeneración que nos iban a traer ha acabado en nada. Así, ha habido un profundo desajuste entre el cambio que quería la ciudadanía y lo que ofertaron ... los recién llegados.
La gente quería la mejora del sistema, no su sustitución, pero lo confundieron con afanes revolucionarios. Verosímilmente, no se aspiraba a superar el bipartidismo sino a que este funcionase correctamente: que se realizaran esfuerzos para liquidar las corrupciones, que los partidos perdieran ese aire de estar fuera de la realidad, resolviéndolo todo con lemas en los que nos aseguraban estar con la gente (esto fue antes de que Podemos cambiase sectariamente el concepto de gente).
Los recién llegados vinieron con ínfulas, convencidos de que estaban llamados a transformarlo todo. Sin apenas experiencia política, escasísima preparación y propósitos revolucionarios ambiguos, se lanzaron al ruedo político con altanería. No buscaron consolidarse socialmente sino lanzarse hacia el poder. Ciudadanos entendió que una posición más o menos centrista lo legitimaba para hacerse con el gobierno, sin caer en la cuenta que los partidos bisagra están para hacer de bisagra, no de factótum.
Lo de Podemos resulta más difícil de entender, habida cuenta que lo dirigen presuntos expertos en politología. Pese a que su discurso resultaba evanescente, calaron algunas de sus expresiones dizque inclusivas, lo que les dio pátina de transformadores sociales. Se hicieron con una parte del poder, pero no buscaron aumentar bases sociales ni lograr algún respaldo sindical. Se mantuvieron como un grupo de perfil universitario, siempre los mismos, como si les diese repelús incorporar a gente nueva. E inmediatamente comenzaron a disputar por cuál de ellos estaba en la verdad, incorporando la tradición estalinista de depurarse los unos a los otros para sanear el partido/movimiento.
A esas alturas resulta difícil de entender que en su día suscitasen tantas esperanzas regeneradoras y se les supusiera una extraordinaria energía interna. Ciudadanos prácticamente ha desaparecido. De Podemos no queda casi nada: nos deja el implante que venía de Izquierda Unida (o sea, del PCE), que ya nos ha dado suficientes experiencias como para confundirlo con un viento renovador que nos traerá la libertad y el avance social, pues ambas faltan en las sucesivas gestas comunistas.
A última hora se incorporó al regeneracionismo que cambiaría todo Vox, que se hizo con posiciones serias; sin embargo, los últimos resultados electorales le sitúan a la baja, lo que es fatal en la política española, donde si eres nuevo asciendes o te derrumbas, no te quedas en el limbo a la espera de otra oportunidad. Como era previsible, ya han empezado sus cribas internas, señal inequívoca de que la corneta toca funerala.
Nos quedaremos con los partidos que teníamos. No obstante, los 'partidos emergentes' dejarán sus principales aportaciones: mayor agresividad, reducción del discurso racional sustituido por la emoción y la costumbre de descalificar antes de mirar. Algunos de los partidos preexistentes les compraron la mercancía.
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