El pensamiento tosco
Puerta Real ·
El delirante entusiasmo con que acogen simplezas los oyentes indica que, como los oradores, sufren un proceso de anquilosamiento mental irreversiblePuerta Real ·
El delirante entusiasmo con que acogen simplezas los oyentes indica que, como los oradores, sufren un proceso de anquilosamiento mental irreversible«La influencia de España en el mundo es hoy incluyo mayor que en tiempos de Felipe González… Pedro Sánchez es el puto amo», asegura Óscar Puente, orador socialista. Definitivamente, se está imponiendo el pensamiento tosco, entendiendo por tal el razonamiento burdo y autocomplaciente, que ... adopta las formas de subproducto intelectual y que nos lleva a fijar nuestras esperanzas en la llegada de la inteligencia artificial, por la impresión de que la mente humana no da más de sí, socialmente hablando. Al menos entre nosotros.
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No sólo es que vayamos perdiendo facultades racionales, o que estas ya no se exijan para el ascenso político, como evidencian los soniquetes que hacen eco en el parlamento. El delirante entusiasmo con que acogen simplezas los oyentes indica que, como los oradores, sufren un proceso de anquilosamiento mental irreversible.
Hay algo más: según los especialistas, las redes sociales, hoy las catedrales de pensamiento, se han convertido en una máquina de simplificación intelectual, de eliminación sistemática de posturas intermedias. Si alguien quiere que triunfe su meme o se conviertan en trending topic sus aportaciones al foro público –la ambición suprema– le conviene echar leña al fuego de algún conflicto, eliminar dudas, lanzar zascas, ofender o difundir infundios. Tendrá éxito.
La agresividad se premia. La aportación zafia aumenta la visualización del engendro, conmueve más y logra la viralización. Eventualmente, el medio de expresión conseguirá más anuncios y hará más negocio: en consecuencia, los algoritmos que seleccionan los mensajes premian la ira, el descontento y el enfrentamiento. No se alcanza la viralización (el objetivo indiscutido del internauta) hablando de paz y amor, sino insultando a quienes se culpa de impedir la paz y promoviendo el odio, que es lo que vende.
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Suele asegurarse que, por lo común, la extrema izquierda y la extrema derecha se retroalimentan, pues ambos extremos están avezados en los bulos y en arremeter sin piedad contra cualquier discrepante, consiguiendo los mayores éxitos en las redes sociales y gestándose mutuamente sus apoyos ciudadanos. Es una de las explicaciones que se dan para la creciente bipolarización que sacude el mundo desde los tiempos de Trump. Es posible, pero el esquema resulta insuficiente para nuestro caso. No sólo los extremos. Aquí todo el mundo aporrea al otro, llamándolo fascista, ultraderechoso, homófobo, vendido al gobierno…. Vivimos en estado de bipolarización multipolar, si vale el oxímoron. Todos contra todos.
Tampoco cabe responsabilizar a los nuevos medios de comunicación de nuestras irritaciones sociales. Vienen de atrás, sólo les proporcionan un nuevo modo de expresión. El cabreo nacional y las ansias de embestir contra el adversario arrancan de lejos, los dóberman y sus inductores han estado latentes durante todo nuestro periodo democrático –no digamos antes–, han aflorado cuando han tenido ocasión y nos han desgarrado la convivencia por un quítame allá esas pajas. La única novedad es que el cabreo y las injurias han dejado de ser colaterales al sistema y se han convertido en medio principal para hacerse con el poder o mantenerse en él.
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