Marchal ha dado un manotazo en la mesa. Seco e inapelable. Conscientes los munícipes marchaleros de que sus vecinos son muy proclives a seguir modas extranjeras a cual más trangresora, han decidido cortar por lo sano. Les pongo en antecedentes. Hace más o menos un ... año empezaron a cundir las imágenes de actrices, cantantes y famosetes que salían a la calle en pijama a comprar el pan o a echar la quiniela mientras eran convenientemente fotografiados para alimentar sus redes sociales. En París, Tokio, Helsinki, Nueva York o Miami se hizo habitual ver al personal caminando en pijama y bata como si acabase de ocurrir un terremoto, una erupción volcánica, la aparición en la mirilla de un comercial de Naturgy o cualquiera de esos acontecimientos inesperados que te arrojan fuera de tu casa con lo puesto.
Publicidad
La nueva tendencia fue pronto objeto de análisis por parte de ensayistas de prestigio que concluyeron que una mezcla de pereza y esnobismo estaba detrás de esa fiesta del pijama callejero. La moda ganó adeptos y extensión geográfica no sin dificultad, pues en algunos lugares vive gente pudorosa que no duda en vestirse y calzarse para bajar la basura aunque el contenedor esté a dos metros del portal, no sea que me cruce con un vecino en el ascensor y qué fatiga.
No ha ocurrido eso en Marchal, siempre en la punta de lanza cuando se trata de subirse a los trenes de la moda y más si vienen de París. Los vecinos marchaleros, no todos, por supuesto, pero sí en un número nada despreciable, han adoptado con entusiasmo la costumbre de saltar de la cama a la acera sin pasar por el armario. Por sus anchas avenidas y coquetos bulevares, no sé por qué escribo esto pero me ha salido así y no voy a echarme atrás, menudean los pijamas y esquijamas, las batas y los batines, cubriendo los cuerpos de sus habitantes, convertidos en unos adelantados a su tiempo.
El día que veamos a la mujer de Pedro Sánchez acudir a una de sus provechosas reuniones con empresarios ataviada con un dos piezas de Olivia Von Halle o un camisón de La Perla le celebraremos la audacia pero muy pocos recordarán que fue en Marchal, un humilde pueblo lleno de casas cueva, donde se apostó por el pijama y la bata como indumentaria fundamental y única. Y eso que el Ayuntamiento de este pueblo, de una manera arbitraria e incomprensible, ha anunciado esta misma semana que no se atenderá a los vecinos que acudan a las dependencias municipales en bata o pijama. Mal, mal, muy mal. Es absurdo poner puertas al campo, detener el curso de la historia. ¿Qué será lo siguiente? ¿Exigir el pago de los impuestos locales?
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
El pueblo de Castilla y León que se congela a 7,1 grados bajo cero
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.