Dos millones de euros

Creo que la última vez que rellené una quiniela, el boleto aún llevaba calco y el lotero me devolvió el papel de la apuesta con un timbre del Estado

Manuel Pedreira Romero

Viernes, 22 de diciembre 2023, 23:13

Como cada año, ayer volví a ver el sorteo de Navidad con la ilusión intacta. Años y años, décadas de fracasos repetidos no han conseguido tumbar mi esperanza. Jamás me he acercado a un premio importante. Si acaso unas pocas pedreas, muy pocas, que me ... sirven para hacer chanzas con mi apellido. «Este año no ha habido suerte, no me ha tocado ni la pedreira», es la frase que sale de mi boca cada 22 de diciembre al constatar que la suerte ha vuelto a pasar de largo por mi puerta.

Publicidad

No me ha dado por los juegos de azar, la verdad. A veces se me ocurre echar una quiniela o una primitiva pero me paraliza la inexperiencia y el pudor. Creo que la última vez que rellené una quiniela, el boleto aún llevaba calco y el lotero me devolvió el papel de la apuesta con un timbre del Estado. Hércules-Sabadell (X) y esas cosas. La lotería de Navidad, sin embargo, sí convoca mis anhelos de una riqueza repentina y sin esfuerzo, así que cada diciembre juego unos cuantos décimos propios y otros compartidos.

Este año no fue una excepción, así que a las ocho de la mañana ya estaba delante del televisor listo para seguir el ritual. Además, me tocaba escribir esta columna y seguro que algo de lo que veía u oía me inspiraba. La mecánica del sorteo nunca cambia ni tampoco la liturgia de anécdotas allí donde van tocando los premios importantes. Champán, lágrimas y gente a la que le cambia la vida por completo. Qué ganas de salir en esas fotos. Ayer, sin embargo, el sorteo fue extraño. El Gordo tardó mucho en salir. Más que nunca. Casi cinco horas con los bombos girando, girando y escondiendo el tesoro.

Para combatir la ansiedad me puse a leer y di con la noticia de que alguien había ganado dos millones de euros en la primitiva pero que nunca había reclamado el premio. Dos millones de euros, una cantidad de dinero seductora. ¿Qué habría ocurrido? Pensé que a lo mejor el dueño del boleto nunca llegó a enterarse de que era millonario y el papelito acabó en la basura junto con un ticket del Aldi. Y esa era la hipótesis más benévola. Porque imaginé también la angustia del afortunado buscando como un loco su boleto, perfectamente consciente de que le había tocado porque era la primera vez que jugaba en muchos años y recordaba los números. Fantaseé con sus impulsos suicidas al llegar el día en que caducan los premios, viéndose despojado para siempre de la posibilidad de una vida nueva y mejor, una vida fascinante en la que no tuviese que sentarse nunca más ante la televisión para ver el sorteo de Navidad a esperar inspiración para una columna.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad