Ya lo dijo Charo López, la división entre guapos y feos es otra lucha de clases. Y acertó de pleno aquella mujer de rompe y rasga, nuestra Ava Gardner cimarrona y vernácula que aun mejoraba a la amante de Luis Miguel porque la López agregaba ... a su sensualidad un mirar trágico, un halo amargo del que carecía el animal más hermoso del mundo. Y digo que su frase dio en el centro de la diana porque la frontera entre la belleza y la fealdad no solo pronostica quién será el primero en salir de la discoteca con la mano abrazando una cintura ajena, si es que ahora ocurren esas cosas, sino que separa el mundo en dos territorios a menudo hostiles.
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Los feos no soportan a los guapos y viceversa. Y los guapos han de arrastrar toda su vida ese estigma, esa duda de si no será que han llegado donde han llegado por su cara bonita. Al contrario de lo que pueda concluirse tras una lectura superficial del asunto, la vida del guapo es dura. En cada esquina espera una trampa y se necesitan temple y coraje para derrotar los prejuicios. El guapo cree tenerlo todo pero no tiene nada. Su único horizonte es la permanencia. No hay ninguna carrera que emprender, ninguna meta por conquistar, ningún desafío por lograr. El guapo ya ha llegado a la meta antes de empezar la carrera y está horriblemente solo allí.
Pienso en este duelo interminable entre guapos y feos cuando leo que un diputado socialista de la Asamblea de Madrid ha afeado al PP la envidia que sienten de Pedro Sánchez por «lo bueno que está el presidente del Gobierno». Imagino la congoja con la que habrán escuchado desde la Moncloa esta intervención del parlamentario autonómico. Una vez más, y esta vez desde las filas propias, se cuestionan los méritos que han llevado al líder socialista a la jefatura del Ejecutivo.
En lugar de alabar su firmeza de criterio, su coherencia entre los dichos y los hechos, la férrea solidez de su discurso, la beatífica empatía que le dispensa a los partidos de la oposición y, por ende, a los muchos millones de españoles que no le han votado, va un diputado socialista y recurre a un argumento banal, hasta de trazo grueso, para justificar la posición que ocupa Pedro Sánchez. «No me extraña que sientan esa envidia tan asquerosa», concluyó el diputado, que pensó que de este modo se aseguraba un lugar a la vera del gran jefe cuando lo que quizás consiga sea su purga inmediata. Porque Pedro es guapo. Y eso jode. Y está bueno. Y eso jode también. Pero la verdadera belleza radica en sus actos como presidente. Y eso sí que nos da envidia asquerosa.
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