Una erupción en las mejillas
«Nadie nos buscará en una guardería», imagino que justificó Conde Pumpido
Manuel Pedreira Romero
Viernes, 21 de junio 2024
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Manuel Pedreira Romero
Viernes, 21 de junio 2024
Leí horrorizado que se habían detectado los primeros casos del síndrome de la bofetada en Granada. Y del horror pasé al estupor cuando descubrí que el lugar donde se había registrado el mal era en una guardería de la capital. Y me asaltaron las preguntas ... y la incredulidad. ¿Cómo es posible que se detecte en una guardería de Granada el síndrome de la bofetada si la guantá más gorda de la semana se la ha dado, con la mano abierta, el Constitucional al Supremo con el asunto de los ERE, y ambos órganos tienen su sede en Madrid? ¿Será un adelanto de que en un futuro tanto TC como TS se ubicarán en el Cubo? ¿Tan lejos quiere llegar la Junta en su repentino impulso a las sedes judiciales de Granada? El consejero estuvo el jueves en nuestra ciudad y no dijo nada de eso. ¿Un as en la manga para futuras campañas electorales?
También me escandalizó pensar que los magistrados, quizás abochornados por la decisión que iban a adoptar, hubiesen elegido un jardín de infancia (prodigiosa definición de lo que con frecuencia se toma como parking de niños) para dictar su sentencia. «Nadie nos buscará en una guardería», imagino que justificó Conde Pumpido cuando los demás magistrados le cuestionaron la elección del lugar para el debate final sobre el fallo del asunto que aupó al socialismo andaluz durante décadas y que después, previo paso por las manos de Mercedes Alaya, lo hundió en la sima oceánica donde ahora se encuentra. Pero no, no hay nada de eso.
Andaba elucubrando sobre cómo hicieron sus señorías para sentarse, con toga y todo, en las minúsculas sillas del parvulario cuando cometí el error de leer el cuerpo de la noticia. Qué decepción. Resulta que el síndrome de la bofetada no tiene nada que ver con el manoseo de las instituciones ni con las arremetidas contra la separación de poderes. Quiá. Al parecer, es el nombre coloquial que recibe una enfermedad vírica que se manifiesta, entre otros síntomas, con una erupción en las mejillas, enrojecimiento que sugiere la existencia de un sopapo previo. Es frecuente en niños y ya estoy viendo a las madres airadas buscando las marcas de los dedos y pidiendo explicaciones a las seños por el estado de las mejillas de los infantes.
Es falso que una hostia a tiempo te ponga a andar. No ha amanecido aún el día en que alguien, un padre, una mujer, el portero de un garito, me suelte un guantazo y algo he andado en la vida, aunque también es cierto que ahora lo hago menos y me noto al borde del camino, casi parado, como si las únicas fuerzas que me quedaran apenas me bastasen para constatar que las he perdido todas.
Puede que sí, que lo que necesite ahora sea un soplamocos. O que me acepten de nuevo en una guardería.
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