Cuando Charo López dijo aquello de que la división entre guapos y feos es otra lucha de clases no solo mejoró de un tirón todos los axiomas del materialismo histórico. También nos convenció definitivamente de que el listo de los Marx no era Karl sino ... Harpo, que callado estaba más bonico que un San Luis. La verdadera lucha de clases, admirada Charo, tampoco se libra ya entre los guapos y los feos. Con tanto botox y tanto filtro digital, hasta Picio tendría su público en instagram.
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Este verano que está a punto de bajar la persiana me ha confirmado una conclusión a la que llegué el año pasado. El auténtico conflicto social, la línea divisoria, el confín de la frontera que separa la felicidad de una vida de mierda no lo marcan ni la belleza ni el dinero, esa pobre metáfora de la riqueza (Umbral). Lo marcan las frigorías, chata.
Septiembre le ha soltado un par de eslabones a la cadena pero conviene no olvidar el infierno en el que hemos vivido desde que principió julio. Una ola de calor de dos meses largos por la que hemos transitado como los garbanzos en una olla. Solo el aire acondicionado nos ha vuelto a salvar el pellejo. El del coche, el de casa, el del trabajo, el del bar, el del centro comercial. De uno a otro hemos saltado como en una rayuela abrasadora de la que estaba prohibido salirse si no quería uno verse derretido en la acera como un desahuciado helado de ceniza.
Antaño era la sombra, ese recurso mediterráneo y barato, la que nos aliviaba como una mentira pasajera y veraz. La sombra y la corriente, que también era una remedada promesa de frío postizo. Escribe Alejo Carpentier en 'La ciudad de las columnas': «No había casa cubana, en los días de mi infancia, donde no estuviese perfectamente localizado el «lugar del fresco», que solía desplazarse de primaveras a otoños y cuyo ámbito era juiciosamente aprovechado por sus moradores, quienes, en prueba de amistad, revelaban sus arcanos a algunos visitantes escogidos». El lugar del fresco lo marcan ahora unas rejillas y lo único que hay que desvelarle a las visitas es cuál de los mandos a distancia que hay en la mesa es el del aire acondicionado.
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Llega septiembre con su tibia promesa de lluvia nueva. Y el calor volverá a instalarse en mi memoria como si en realidad lo hubiese padecido otro, como si dentro no llevase a un tipo al que se le secaba el sudor nada más asomarle a la frente y que solo conciliaba el sueño en la aterida madera de una sauna.
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