Cuando el amor se olvida, ¿sabes tú adónde va?, le preguntaba lánguido Gustavo Adolfo a una señorita de rubias crines y todavía más lánguida, a punto de ahogarse en un océano de languidez. Pues no lo sé, chato, ni me importa. A mí lo que ... me tiene en un sinvivir es adónde va ese jabalí que se pierde caminando sobre las vías del metro camino de Villarejo.

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Habrán visto el vídeo. O no, da igual, porque cada vez son más frecuentes, tanto los vídeos como los jabalíes. En los meses de la pandemia menudearon las grabaciones de animales inesperados vagando a sus anchas por las calles desiertas. Donde antes se veía a personas y a concejales, ahora eran otras bestias más peludas y menos preocupadas las que se aventuraban a transitar por las aceras. Vimos zorros, jabalíes, cabras montesas, conejos, osos, algún bambi y hasta vacas retintas. Se cuenta que por la puerta del Guggenheim de Bilbao vieron deambular a una jirafa, pero también en aquellos días de encierro se disparó el consumo doméstico de alcohol, así que a saber lo que vio el bueno de Aitor cuando se asomó a la ventana a despejarse. La cuestión es que en cuanto uno ve algo que se escapa de la normalidad, tiende a desenfundar el móvil para dejar constancia del suceso y que luego no le acusen de trolero. Yo mismo grabé ayer a escondidas a un chaval sentado en un banco leyendo en el parque Tico Medina. ¡Sentado en un banco, maldita sea!

Sesudos expertos concluyen, después de un visionado minucioso de los vídeos y de enconados debates académicos, que los animales se aventuran en las ciudades para buscar comida, una teoría plausible sino fuese porque ningún animal se ha avenido a confirmar o desmentir esa afirmación. Los ven hurgar en los contenedores y los técnicos precipitan la hipótesis: buscan comida. Vale, yo también hurgo en los bares buscando comida pero después hago más cosas en las calles. Ahí es donde surge el enigma. ¿De dónde venía el jabalí que merodeaba por la Caleta la otra noche? Y aún más importante. ¿Adónde fue después?

Es que tiene mucha gracia grabar a un animalejo durante 15 o 20 segundos pero lo jodido es lo que ocurre después, cuando la imagen se va a negro. ¿Siguió el jabalí para Villarejo y después se internó en la Chana, donde permanece agazapado en los bajos de una furgoneta esperando a que abran los bares de Las Torres? ¿Volvió sobre sus pasos y consiguió entrar en el edificio judicial para destruir las pruebas que lo incriminan en un cobro ilegal de comisiones por la compra de mascarillas?

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A veces me asomo a la ventana y veo a ministros vagando por las calles.

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