Salió al revés. Lo de menos en aquella portada fueron esas tres palabras. Lo de más, la imagen elegida para ilustrar la primera página de IDEAL aquel lejano y cercanísimo 10 de noviembre de 2016: un plano medio de Donald Trump con la mano derecha ... haciendo de visera y mirando a lo lejos. Una foto cualquiera, sin ninguna épica si no fuese porque el periódico la colocó bocabajo. Al revés. Así llegó a los kioscos y así se quedó el mundo hace ocho años. Turulato.
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Esta vez no. Lo extraño ahora habría sido ver a Kamala Harris en la Casa Blanca. Lo normal, lo probable, es lo que finalmente ha ocurrido. Otro populista al comando. La prueba es que esta vez el marido de Melania apenas se llevó el tercer lugar en el podio de los temas de la portada del jueves. Un titular en la zona baja de la página. Y si ese día llega a jugar el Granada, se va a un breve.
El paradigma ha cambiado. La moderación se fue al garete, está demodé, es una actitud vintage y sin visos de florecer a corto plazo. Priman el esquematismo y la vacuidad. La demagogia es como la sal y la pimienta negra «recién molida», el ingrediente imprescindible de cualquier discurso. Le pregunto al autor de aquella histórica portada. Le subrayo la diferencia con la de este año. «Ya gana cualquier fascista. No es noticia», me contesta. Tiene razón. Y si no gana en las urnas, se inventa los votos, como el fascista de Caracas.
Me dejan perplejo muchos análisis de estos días de los que cabe inferir que han sido 70 millones de alienígenas quienes han volado hasta el planeta Tierra y se han internado en los colegios electorales yanquis para votar a Trump. El sentido común decía que un tramposo, golpista, misógino, xenófobo y con flequillo amarillo canario no tenía ninguna oportunidad de salir victorioso. Pues bien, ese candidato ha barrido a la opción 'sensata'. Ha hablado el pueblo. Y la relevancia de lo ocurrido el martes pasado es que es la segunda vez. El pueblo americano, la supuesta democracia más avanzada del mundo, no es que ya viniera avisada sino que lo ha elegido precisamente por eso, porque allí también se vota con las tripas y se da por sentado que con Trump saldrá más barata la Budweiser y el ejército de mexicanos y cubanos que limpian los váteres de Manhattan serán expulsados de inmediato para que esa labor sea asumida por los pandilleros del Bronx.
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Nada de eso ocurrirá pero aquí seguiremos pensando que a Trump lo han votado alienígenas. Los mismos que en Argentina eligieron a Milei, en Italia a Meloni, en Hungría a Orban y el día menos pensado a Le Pen en Francia. Y es que los ovnis van sin cadena.
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