Queso de ministro
Cuánto daño ha hecho Barrio Sésamo a toda una generación de políticos españoles que hablan como Epi y Blas
Manuel Pedreira Romero
Viernes, 14 de junio 2024
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Manuel Pedreira Romero
Viernes, 14 de junio 2024
El jueves de la semana pasada estaba dentro de la cueva cuando vi entrar a un fantasma. Iba de blanco, como corresponde, pero sonreía. No daba miedo. Si acaso transmitía una pesadumbre difusa, como una tristeza sin decidir. La fantasma (era mujer) entró y salió ... varias veces de la cueva, atareada, lidiando con los asuntos propios de su naturaleza, hablando por teléfono, dialogando con los muertos, diseñando un final sin fin. Pero todo esto lo he sabido después. Entonces, el jueves, simplemente estaba echando una caña con un amigo en La Cueva del Zaidín, la del Palacio de Deportes, cuando apareció Yolanda Díaz, que venía con gente de su partido a refrescarse el gaznate después de pedir el voto a los granadinos con el éxito acostumbrado. Menos de una semana después, la hecatombe. Yolanda anunció el lunes su marcha con una comparecencia cerrada, sin preguntas, al más puro estilo de la vieja nueva política. Yolanda. Eternamente a punto de nada. Con el ademán profesoral siempre presto. Perorando sobre lo obvio como si el auditorio fuese idiota. Cuánto daño hizo Barrio Sésamo a toda una generación de políticos españoles que hablan como Epi y Blas y cuyo córtex cerebral es de fieltro.
Antonio Hernández Mancha ha roto su silencio después de 35 años. Anoche lo vi en televisión y me quedé horrorizado. Tiene las mismas entradas que cuando le puso una moción de censura a Felipe González. No ha perdido ni un pelo más, maldita sea. ¿Cómo estará Yolanda Díaz en 2060? ¿Mantendrá su amistad con el papa? ¿Seguirá yéndose sin irse, hablando de sí misma en tercera persona, encarnando el bluff elevado a la máxima potencia? Son preguntas que me atormentan desde que dijo que dejaba el partido pero no el sueldo, y más cuando la casualidad hizo que la viese en persona mientras degustaba un papel de chacinas granadinas. Fue como cruzarse con el espectro de Hernández Mancha pero en rubio.
Tengo un amigo que al queso de cerdo, que nunca falta en la primera tapa cuevana, le llama queso de ministro. Y se lo llama desde mucho antes de que Yolanda se marchara de Galicia a Madrid a coleccionar desastres. Ya la estoy echando de menos y eso que pretende irse sin irse, como Miguel Ríos o como Antoñete, aquel torero del mechón blanco que sedujo a la movida, al rojerío que precedió a Yolanda cuando sentarse en un tendido era un ejercicio de libertad y no la transgresión en la que se ha convertido ahora. El culebrón de Sumar me interesa tanto como un Europeo de hockey patines sub17. Empiezo a intuir a quién se refería Yolanda cuando pronunció la frase por la que (tampoco) pasará a la historia: A la mierda.
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