Las imagino, porque ya solo me dedico a imaginar, cegadas por incomparecencia el resto de las magras aptitudes que un día me adornaron, digo que las imagino sorprendidas de veras cuando reciben en su red social un mensaje privado de Brad Pitt. Al principio no ... dan crédito, piensan que será un error, un fallo del sistema, una publicidad automática y engañosa, aunque en lo más hondo de su ser desean que sea cierto. Y lo desean tanto que el deseo se acaba imponiendo a cualquier atisbo de sensatez.
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Brad Pitt, el auténtico Brad Pitt, el actor rubio, alto y de belleza imbatible les ha hablado. Lo hace en un castellano balbuciente y lleno de fallos, unos errores gramaticales que no hacen sino enternecerlas todavía más porque Brad, en el fondo, es como ellas, imperfecto, y necesita que alguien le haga caso, y se preocupe de él, y lo ame, igual que ellas. Y todo cobra sentido de golpe. La soledad, la tristeza, la melancolía que les enmaraña la vida estalla en un amor fresco, sincero, inaudito, un amor a distancia pero verdadero que han de mantener en secreto. Nadie las creería si dijeran que su corazón desvalido tiene dueño y no es un dueño cualquiera. El mismísimo Brad Pitt ha caído en sus redes y no deja de enviarles mensajes cariñosos, textos de un romanticismo tosco pero auténtico. Y a su manera recobran una felicidad que nunca han conocido o que daban perdida para siempre. Ya solo viven por esos correos electrónicos, esos whastapp dulces, sensibles y secretos, a la altura de la imagen apolínea y un poco pícara que transmite Brad delante de la cámara.
Santo Dios, qué misterio el del amor, capaz de posarse en el lugar más impensado. Unas mujeres que ya no esperaban nada de una vida seca y vacía, arrastradas de golpe a una pasión desconocida por un actor de Hollywood, una estrella del cine que se ha fijado en ellas hastiado de la farándula falsa e insípida. Ellas sí aman de verdad, lo necesitan y quieren que él las necesite. Por eso no dudan en atender sus peticiones.
Brad quiere embarcarse en nuevos proyectos y no le vendría mal que sus amadas le ayudaran. Lo mío es tuyo y lo tuyo es mío, sobre todo esta segunda parte de la frase. Y con un punto de inquietud que es barrido enseguida por el aliento del amor, le dan lo que les pide. Los ahorros de toda una vida bien estarán empleados si sirven para afianzar ese sentimiento tan grande y hermoso que acaba de nacer. Si les pide un riñón, también se lo darán.
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Por eso cuando un giro de guion convierte la película de amor en un thriller de serie C y el director grita «¡corten!», ellas sienten abrirse un abismo bajo los pies y rezan para que todo haya sido un mal sueño, una pesadilla, y no sea necesario repetir la escena.
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