Soplar y sorber
¿Por qué, Carmen? ¿Por qué? Después de toda una vida juntos te largas sin un adiós
Manuel Pedreira Romero
Viernes, 16 de febrero 2024, 23:09
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Manuel Pedreira Romero
Viernes, 16 de febrero 2024, 23:09
Fuera llueve. Por fin. El viento mueve las ramas de los árboles que veo desde mi ventana. Es de noche y solo se escucha el repiqueteo lúgubre de la lluvia contra el suelo, los coches y el paraguas de algún despistado que sigue en la ... calle a esta hora. Vuelvo al teclado y a la pantalla y a su resplandor mortecino que cuaja de sombras las paredes de la habitación. La casa duerme y suena bajito la sonata para piano número 14 de Beethoven, que por un azar inexplicable me acompaña en la redacción de estas letras en comunión absoluta con mi estado de ánimo, triste y perplejo. Solo el azar puede ser el responsable de que esa melodía salga por el altavoz pues tengo por costumbre inspirarme en los ritmos y las letras de Saiko y Lola Índigo cuando me pongo a facturar esta pieza sabatina. El vaso de whisky completa el cuadro. Falta la pipa.
¿Por qué, Carmen? ¿Por qué? Después de toda una vida juntos te largas sin un adiós y lo haces ahora, cuando parecía que tu honda sabiduría iba a derrochar por fin sus dones sobre Granada. La vida tiene estas cosas, estas crueldades. Durante años, décadas, diría que siglos, mantuviste una discreta ascendencia sobre nuestra provincia. Primero como consejera de Cultura de la Junta, después como ministra de lo mismo y vicepresidenta de muchas cosas. Los granadinos te mirábamos con arrobo, se mira pero no se toca, hasta que en las pasadas elecciones sucedió el milagro. Como en su día ocurrió con Pilar del Castillo, también exministra de Cultura y diputada por Granada sin más vínculos con la provincia que un presumible gusto por las tapas, el sumo pontífice de tu partido te eligió para que encabezaras la lista al Congreso de los Diputados por Granada. Y se abrieron las puertas del cielo.
Naciste, Carmen, en Cabra, como José Solís, la sonrisa del Régimen, y primero con Chaves, después con Zapatero y ahora con Sánchez, tú has sido la elegante voz del feminismo clásico y de los oprimidos por las derechas, excepto si estas son nacionalistas. Esta misma semana, a raíz de tu nombramiento como presidenta del Consejo de Estado, los de siempre han vuelto a desescombrar una intervención tuya en el Congreso de hace tres años en la que descartabas la amnistía con una contundencia absoluta, sin rendijas, trucos ni fisuras: «La amnistía está prohibida en nuestra Constitución, absolutamente prohibida. Ninguna democracia contempla las amnistías». El martes te oí en la radio igual de rotunda: «La amnistía está contemplada en nuestra democracia y en cualquier otra». Defender una cosa y su contraria, Carmen. Una cosa y su contraria, presidenta. Soplar y sorber. Estoy devastado, Carmen. ¿Cómo has podido hacerme esto? Un whisky más y el viernes se me irá definitivamente de las manos.
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