Habrá drogas más mortales, pero no existe ninguna más dura que la política. Incluso los que solamente la hemos olido sin llegar a disfrutarla, sufrimos ... una especie de mono el resto de nuestra vida. Ahí tenemos, como ejemplo penitente, Paco Camps, un hombre que después de conseguir salir ileso de decenas de juicios, no tiene otra idea en mente que reclamar su sitio en el Pepé y hasta ha publicado un libro sobre sus pensamientos políticos. No dudo de que, a lo mejor, si uno ojea sus páginas puede llegar a descubrir un gran hombre de Estado; por eso Mazón se resiste a marcharse porque en ningún lugar se encuentran mejor los mediocres pomposos que en el poder.
Recuerdo como hace 3 años, cuando Rusia invadió Ucrania, apareció Macron para advertirnos a los europeos de que el tiempo de la abundancia se había acabado. Se refería, por supuesto, para los trabajadores europeos, no para la élite burocrática que sigue disfrutando igual o mejor incluso de la vida. Luego llegaron los tapones pegados a las botellas o las pajitas de cartón como el mejor exponente de lo que significaba, en el presente, la Unión Europea; hasta que por culpa de Trump ahora toda Europa está gravemente amenazada y la idea de ir a la guerra no es ciencia ficción. A mí cualquier urgencia en política siempre me parece sospechosa, pero si detrás de esa emergencia se encuentran miles de millones que hay que desembolsar- lo que significa que se dejan de gastar en otras cosas- la sospecha se convierte en certeza: no digo que Rusia no sea una amenaza para Europa ahora que Estados Unidos se ha convertido en muletilla del Kremlin, pero la política seria y responsable debe rendir cuentas no solamente una vez gastado, sino antes de gastar cuando nos piden dinero. Y, lamento decirlo, los discursos apocalípticos y catastrofistas que aparecen de la noche a la mañana no son explicación de absolutamente nada.
Pero siendo la guerra algo importante, en España seguimos asistiendo al desmantelamiento del Estado y a la violación constitucional permanente del trampismo socialista, que ahora intentará utilizar la amenaza rusa como una cortina de humo para pedir unidad a la oposición del centrismo soplagaitas y para exprimir electoralmente la servidumbre de la derecha de toros y mantilla ante los delirios de Trump y el esperpento de Milei. No sé si ya cierto liberalismo patrio ha podido despertar de su ensueño con el presidente argentino o seguirán dándole premios, pero en España el único proyecto sólido de oposición al gobierno es el odio natural que despierta en millones de ciudadanos. Dice Raxoi que cuando llegue al gobierno va a hacer una auditoría de no sé qué, tirando nuevamente del manual ya más que desgastado de los tópicos más típicos del que hace oposición por inercia y sin ninguna gana de trabajársela.
Por supuesto que Pedro Tramp va a seguir vaciando al Estado mientras logre así mantenerse en el poder. La clave no es cuándo nos libraremos de él en las urnas, sino si todo el destrozo ocasionado a nuestra democracia, a nuestras instituciones y a nuestra sociedad podrá ser reversible. La actual clase política que padecemos es tan lamentable que hasta un tipo como Mariano Rajoy, prototipo del mediocre de provincias del siglo XIX, ha acabado convirtiéndose en un juez de la buena política del siglo XXI. Muchos prefieren reír los chascarrillos de Mariano con tal de evitar llorar con las naderías de Raxoi. Y veo bien que tengamos que defender la democracia en Ucrania, pero los españoles antes de llegar a Kiev seguimos teniendo un problema más grave en Madrid.
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