La merendilla celebrada este fin de semana pasado por Vox en Madrid junto a sus aliados iliberales europeos debe darnos una idea exacta de por ... qué, bajo ningún concepto, un tipo como Abascal y todo lo que representa puede ser la alternativa a la izquierda autoritaria del rencor, con Pedro Tramp como su máximo exponente continental. El veneno de la polarización es el hacernos creer que para superar un radicalismo debemos abrazar el contrario, y nada más lejos de la realidad para una sociedad que quiera salvarse de nuevos tiempos oscuros. Bien es cierto que la exageración en las críticas y el anunciar cada día el apocalipsis no ayuda demasiado a forjar una alternativa sólida, pero luego miras enfrente al centrismo soplagaitas del Pepé Today y entiendes con resignación la imposibilidad de recuperar la política como una respuesta a la altura de los desafíos históricos.
Precisamente hoy leo una noticia de estas que ya el titular asegura risas productivas, donde explicaba que Raxoi tenía una estrategia para frenar el ascenso de Vox en las encuestas: que nadie hable de ellos -para no darles publicidad- y que los diputados peperos «agitasen las redes» para que los jóvenes los conocieran. Parece que nadie le ha dicho a este señor que sigue en Génova esperando un taxi que lo mejor que pueden hacer la mayoría de los miembros del PP es no darse a conocer, porque cuanto menos los conozcan, más posibilidad hay de que los voten. Si Feijoy ganó las elecciones y estuvo a punto de sumar una mayoría de gobierno fue, precisamente, porque el odio al trampismo socialista canaliza muchísimos votos que fueron al PP. Otra cosa es que esta estrategia aguante mucho tiempo ante el hastío cada vez mayor de muchos y los rebuznos radicales cada vez más feroces de la derecha meapilas al servicio de Orban.
Lo que pasa es que Abascal no es ni Trump ni Milei, y Vox solo puede ejercer un papel de agitadores del odio contra la izquierda de la misma manera que el trampismo podemita sigue utilizando el odio y el miedo contra la extrema derecha, que cada vez es más amplia, hasta fagocitar al marmolillo de Raxoi. Escuchar a Abascal hablando de la reconquista y no sé qué muro frente al islam solo puede producir risa en cualquiera que tenga aún un par de neuronas activas en su cerebro. Pero es cierto que en las chorradas que nos cuenta la extrema derecha existe un fondo de razón, de malestar, que va creciendo sin freno en la mayoría de los países occidentales y que terminarán llevándonos a un estallido de la convivencia más temprano que tarde. Cuando problemas tan innegables como la inmigración no se abordan por culpa de la autocensura de unos y la censura de otros, acabamos donde ya estamos: mensajes abiertamente xenófobos que aprovechan la irritación de muchos ciudadanos que se sienten abandonados y condenados por discursos estúpidos y cínicos de esos buenistas que nos cuentan esa basura argumental de que ningún ser humano es ilegal mientras ellos disfrutan de una posición social que les impide conocer la realidad de los seres humanos, legales o no.
Vemos como todavía en los medios al servicio del Gobierno siguen insultando a los votantes de Trump y preguntándose cómo fue posible su victoria. Aparte de que es ya muy cansino escuchar las mismas tonterías que llevan repitiendo desde diciembre, había muchos motivos para que gente demócrata y tolerante acabase votando a Trump. Por mucho que algunos celebren la ceguera del radicalismo de izquierdas, esto solo produce gasolina para la reacción de la derecha cavernícola. Y ojo, que ya queda menos para el centenario de la II República y de la Guerra Civil.
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