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Aveces surgen impactos, que nos remueven por dentro, que estaban ocultos en mundos oscuros y de repente salen al espacio iluminado de los medios de comunicación y nos descubren una parte de la realidad que no veíamos, a menos que los hayamos vivido. Son unos ... datos inéditos que aparecieron hace un par de días en la portada de IDEAL, como información destacada. Ni el alegre triunfo del héroe de Wimbledon conseguía tapar la terrible noticia: en la provincia de Granada el número de los casos de muerte por suicidio representan el triple de las víctimas mortales de las carreteras y es la primera causa de muerte no natural, lo cual quiere decir, que no procede de alguna enfermedad.
El trabajo de Laura Velasco aportaba las estremecedoras cifras y estadísticas: en los últimos diez años 854 granadinos se quitaron la vida y en los últimos veinte años fueron 1.836 los que lo hicieron. El cálculo de la comunidad autónoma se presenta aún más terrible: solamente en 2021 se quitaron la vida 849 personas en Andalucía. Los datos nos dicen que son mayoría los hombres que lo hacen: en el último año eran 71 frente a 26 mujeres.
También son preocupantes los datos referentes a los intentos de suicidio. Por ejemplo: en los últimos ocho años en Granada 3.880 personas adultas han intentado quitarse la vida y 120 menores. Sobre la edad en que esta tragedia se hace realidad, estos son los datos: la mayoría tienen más de 18 años, y la franja donde hay más casos son los mayores de 75 años y la siguiente es la que va desde los 50 a los 55 años.
Con estos datos, no creo que nadie se atreva a minimizar la gravedad de este problema, o a mirar para otro lado. Digamos que las autoridades responsables de la salud están tratando de buscar medios para establecer nuevos protocolos de actuación, medidas de prevención, crear conciencia entre la ciudadanía, preparación para los profesionales sanitarios y educadores para detectar el peligro, cuando pueda ponerse algún remedio que salve la vida de quienes no quieren seguir viviendo.
Y ahí está el gran desafío: llegar a las causas que puedan llevar a las personas, sean de la edad que sean, a no encontrar sentido para seguir soportando los sufrimientos, su soledad, el desamor, haber perdido todo lo que se tenía, haber perdido a un ser querido y no poder soportar su ausencia… Es fácil deducir que quienes padecen los efectos de la pobreza, los desahucios, no tener trabajo, es decir, cosas materiales, están más expuestos a querer dejar de vivir. Pero hay otras muchas variables que surgen en el alma, en el interior de cada uno, como una especie de virus que crece hasta ahogar de angustia y indefensión.
En estos días agónicos previos a las elecciones, vamos a pedirles a los que pretenden gobernarnos que tengan en cuenta este dolor que están padeciendo tantas personas, sin distinción de ideología y dediquen recursos para que la vida siga siendo un bien preciado, que hay que aprender a utilizar, pues es delicado y se puede romper si no estamos atentos.
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