Cuando Esteban de las Heras me comunicó la triste noticia de la partida del gran Antonio Ramos, volví con la memoria a aquellos años irrepetibles, cuando los tres constituíamos un equipo de 'reporteros andaluces' bajo la batuta de nuestro 'dire' Melchor Sáiz- Pardo. Su encargo ... era descubrir las realidades que hasta entonces los periódicos no habían hecho visibles y así fuimos recorriendo los pueblos más recónditos, buscando 'temas', o 'historias', como se dice ahora por influencia del periodismo anglosajón.
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Muchas veces íbamos los tres juntos, nos repartíamos la faena y por la noche nos contábamos nuestras peripecias del día. Ni que decir tiene que Antonio era el que llegaba con extensas anotaciones de las entrevistas y los reportajes que había conseguido. Una de las tareas que Melchor nos encargó en una de aquellas 'misiones' periodísticas era hacer un recuento de lo que valía la costa de Andalucía Oriental, que tímidamente se preparaba para conformar el potente foco de desarrollo que es ahora en el turismo y la agricultura en invernaderos. Digamos que entonces no existía ni una cosa ni la otra por esos lares, desde Almería hasta Málaga, la cual ya apuntaba maneras, pero sin exagerar. Donde ahora hay torres de apartamentos, bien equipados como mucho eran campos donde se cultivaba la uva de mesa o empezaban a aflorar los plásticos. De manera que tenía sentido que se calculara lo que valía tanto terreno 'desaprovechado' y la prosperidad que aguardaba en el futuro. En la hemeroteca de IDEAL estarán aquellos reportajes y aparecerán las cifras de aquel cómputo hecho a ojo de buen cubero, con la ayuda de algunos alcaldes.
Esa fue una de mis escuelas de periodismo, con aquellos dos brillantes colegas con los que formamos un vínculo que nunca se ha roto, más allá de los cambios que se fueron produciendo en nuestras vidas. La primera enseñanza fue lo que se llamaba en el periodismo de entonces «el interés humano». Es decir, cada noticia tiene siempre detrás una persona, para bien o para mal, y allí hay que ir, a comprender, a recoger los datos, a medir el interés que va a despertar en los lectores. Antonio buscaba el rostro humano de cada 'tema' que aparecía ante su búsqueda incansable. Han trascendido y se han comentado mucho sus reportajes y libros sobre los jornaleros andaluces, los que emigraron a los diversos países europeos, con los que se ponía literalmente a su lado, los escuchaba, cómo vivían… Antonio también sentía especial cariño por esos seres liminales, o excéntricos que no se adaptaban a la sociedad de consumo, los adelantados ecologistas de entonces, por poner un ejemplo.
La segunda enseñanza de Antonio fue siempre su sentido del humor que compaginaba con una cierta ternura, ante los personajes que se encontraba y le contaban su historia. Su ironía le ayudaba a mantenerse un poco distante, cosa siempre recomendable. Ese es el Antonio que guardo en mi corazón y sí, era un maestro de periodistas, como muchos tan acertadamente lo definen.
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