Decepción política
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Puerta Real ·
Lo que estamos viendo con las listas de los candidatos para ocupar puestos 'de salida' (nótese el término) está llegando a niveles lamentablesEs difícil desentenderse de lo que sucede en el ámbito político, especialmente en estos tiempos en los que se acumulan las elecciones y todo lo que traen consigo, aunque cada vez más encuentro personas que no leen los periódicos (ni siquiera los digitales) ni ven ... los informativos de la tele. Y confiesan que están más serenas y tranquilas (las personas) desde que ignoran los rifirrafes de los políticos. No se como lo consiguen, la verdad. Quizá es una marca del oficio del periodismo, que no te puedes desenganchar de las noticias de cada día, las de ahí al lado y las del ancho mundo. Pero, por otra parte, hay que hacer caso a los estoicos que recomiendan ocuparse en lo que dependa de cada uno, centrarse en cumplir con las propias obligaciones. Así se vive mejor y con más serenidad, dicen esos famosos filósofos.
La verdad es que la política no es algo ajeno a nosotros, sino que nos afecta en muchos grados y es probable que podamos influir con nuestras opiniones, nuestras demandas, nuestras quejas. No es lo mismo un electorado constituido por desconocedores totales de lo que sucede en los oscuros lugares del poder, que un electorado constituido por una ciudadanía informada. Y no es lo mismo partir de emociones o creencias para dilucidar lo que es bueno para la colmena y no solo para la abeja, según el símil de Marco Aurelio (un estoico, por cierto). Por otra parte, desentenderse de la política no nos garantiza que los que actúan en ese ámbito piensen en el bien común a la hora de las decisiones o de los proyectos, sino más bien lo contrario, pues sin oposiciones y críticas los políticos se enrocan en sus propias percepciones y las de los que los que son sus beneficiarios más directos.
Lo que ocurre es que no dejamos de conocer datos que reflejan lo que muchos sospechamos: a los políticos no les importan más que la satisfacción de sus propios intereses. Lo que estamos viendo estos días con las listas de los candidatos para ocupar los puestos 'de salida' (nótese el término) está llegando a niveles lamentables, que causan vergüenza ajena. Se habla de posibles negociaciones para que cuadren los números y las mayorías suficientes, pero pronto hemos aprendido que no se negocia sobre medidas que sean buenas y prácticas para que nuestras vidas sean más serenas. En realidad lo que discuten son los puestos, que puedan asegurar que tal señora o cual señor alcancen el premio de sentarse en el hemiciclo de las Cortes y de paso disfrutar de todo lo que rodea a la vida efímera de un diputado o diputada. De eso es de lo que hablan en esas conversaciones interminables. Olvídense de la idoneidad para llevar a cabo proyectos necesarios para mejorar las vidas, o la capacidad para dialogar, o simplemente demostrar que saben lo que necesitan las personas que se van a ver afectadas. Se está notando demasiado que lo que persiguen es sentarse en un sillón bien remunerado durante cuatro años por lo menos. Por no hablar de la conveniencia de los partidos a la hora de colocar a los que se consideran como del establishment, dejando de lado a otros menos conocidos y sin embargo más competentes para lo que se necesita en estos tiempos inciertos. Un triste espectáculo, la verdad.
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