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Casi todos nuestros próceres han expresado su satisfacción por el desarrollo de la Semana Santa, que ha terminado con cifras de visitantes que han dado un respiro a los castigados sectores de servicios. A todo ello se ha sumado el buen tiempo pues, por una ... vez en mucho tiempo, no tuvo que quedarse sin salir ninguna de las hermandades por culpa de la lluvia, que solía ser la foto triste de aquellos días.
Pero hay detalles que sería prudente revisar y uno de ellos es el caso de los resbalones debidos a la cera de las velas, que va cayendo en el suelo de las calles, a medida que transcurren las estaciones de penitencia. Quien no haya tenido ningún contratiempo en ese sentido puede darse por satisfecho pues somos muchos los que hemos presenciado o sufrido caídas, pérdidas de equilibrio, resbalones de peatones, en suma. A medida que caminas por la ciudad, tus zapatos van acumulando restos de cera que se adhieren a las suelas, con lo cual las posibilidades de caerse aumentan exponencialmente, pues ya te conviertes en un autónomo patinador o patinadora, esté o no pringado de cera el lugar por el que andes, aunque sea en tu propia casa, sin olvidar el curioso chirrido que emite tu calzado. Si vas en bici o en moto lo tienes aún peor, antes de que te des cuenta de que en determinada calle no ha pasado el carrito que echa agua caliente para licuar la cera, lo cual se ha hecho en las calles más céntricas o 'visibles' pero han dejado a su suerte a otras no menos transitadas.
Es extraño que las hermandades, que son muchas por cierto, aún no hayan encontrado una solución para este asunto tan molesto, que debe costar a las arcas municipales una fortuna en limpieza, que pagamos todos, incluidos los que no suelen deambular por los alrededores de los trayectos semana santeros, entre otras cosas para no resbalarse.
Pero hay otro detalle que quisiera reseñar en esta crítica y se trata de la estrategia mercantilista de los responsables de la hermosa catedral granadina. En unos días en que hay mucha gente que siente la necesidad de acercarse a los templos, que acogedoramente están abiertos durante varias horas, resulta que la catedral cobra por entrar, incluidos los granadinos, precisamente esos días que invitan al recogimiento y la admiración de las cosas bellas. Hasta el 'monumento' que se instala el jueves santo por la noche, lo han puesto bien cerca de la puerta en un sitio desangelado pues quedaría aún más feo que hubiera que pagar por rezar, eso sí con unos seguratas que mandan callar cada dos minutos y crean un ambiente tal que dan ganas de irse, cosa que probablemente es lo que quieren.
Es extraño que el más significativo templo de la ciudad sea tan cicatero con los fieles. Son dos o tres días, no es tan grave tener que ver menguados los ingresos que aportan los locales y los turistas. Si son tan necesarios, por qué no plantear que quien quiera aportar un donativo lo haga de manera voluntaria. Otros templos también necesitados fueron más generosos y abrieron sus puertas sin más exigencias. Era lo lógico en unos días que quizá sean los más sagrados del año.
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