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Cuando he conocido la triste noticia de la súbita muerte de Miguel Ángel Gómez Martínez, en Málaga, he recordado aquella mañana en que me invitó al ensayo en el patio de Carlos V. Iba a dirigir a Mahler con una de las escasas orquestas que ... había en España y fui testigo de las facultades extraordinarias que tenía. En concreto alguien me informó que tenía «oído absoluto», es decir la capacidad para reconocer una nota sin ninguna referencia, pues bien, con esa habilidad él identificaba lo que cada miembro de la orquesta estaba tocando y así corregirlo. Otro de sus métodos en los ensayos era ponerse como público, para escuchar cómo sonaba la orquesta para los asistentes. Y por si estos detalles fueran poca cosa, otra de sus habilidades era una memoria prodigiosa que le permitía conducir sin partituras delante.
Era el año 1984 y Miguel Ángel a sus 35 años era ya un director de orquesta reconocido, tanto es así que hacía pocos días el Ayuntamiento de Granada le había otorgado la medalla de oro de la ciudad, «por sus extraordinarios méritos artísticos».
Tengo también una imagen más antigua, digamos, diez años antes o así, muy elegante con su smoking, asistiendo a aquellos conciertos del festival de Música y Danza, que es lo único que teníamos entonces en Granada. Solía acudir con su madre, que era pianista, tan decisiva para su formación.
Todo lo hizo pronto: descubrir que quería ser músico y más concretamente director de orquesta, a los cuatro años, a los cinco rendir el examen en el conservatorio de Granada, a los siete dirigir a la banda municipal de Granada, a los trece obtener el título de profesor de piano y con diecisiete el premio extraordinario de composición del Conservatorio de Madrid, donde poco después recibió el diploma de primera clase y el premio de la institución. A continuación, obtuvo una beca March para estudiar en Viena, donde se tituló a los veintiún años. Lo que viene después en su extensísimo currículo es una carrera cada vez más brillante, dirigiendo las mejores orquestas del mundo, incluidas las españolas y las que iban apareciendo poco a poco.
He repasado algunas entrevistas que nadan por la web, donde brilla una inteligencia preclara y a la vez una sencillez y un sentido del humor que podrían ser rasgos de su carácter. En una de ellas le pregunta el periodista: «¿Por qué le gustaría ser recordado?» Y responde nuestro músico: «Por la música que compongo y por la que dirijo, así por cuanto de bueno pueda hacer por los demás».
Es significativo que ponga a las obras que ha compuesto en primer lugar de lo que le gustaría ser recordado. Pues bien, Gómez Martínez ha compuesto 25 obras muy variadas: conciertos para piano, para violín y orquesta, sonatas para, Atallah, ópera en tres actos… quienes estén interesados pueden ver la extensa lista de composiciones en la web del músico. Y sería un buen gesto preparar algún evento recordatorio de sus obras en su honor.
Miguel Ángel Gómez Martínez descanse en Granada, su Granada.
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