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Este año se cumplen 25 años desde que la ONU asumió hacer algo para que fuera visible un problema gravísimo y designó el 25 de noviembre Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En España las cifras son claras: este año, ... que está cerca de su final, han sido asesinadas 42 mujeres a manos de sus parejas o exparejas y ya se ha quedado corto el cómputo, pues, puede acabar el año con varios casos más. Últimamente se añade algo especialmente doloroso: los menores asesinados que eran hijos de las mujeres que perdieron la vida. 463 menores quedaron huérfanos y, en lo que llevamos de año, han sido asesinados 30 menores. Y también es triste saber que el 23,4% de mujeres mayores de sesenta y cinco años han sufrido este tipo de violencia a lo largo de su vida.
Por si hay todavía alguien que crea que este problema es una especie de invento exagerado y que tiene connotaciones políticas, he recurrido a los datos que aporta la ONU y señalan que cada 10 minutos una mujer muere por esta causa en el mundo; que además sigue siendo la violación de los derechos humanos más frecuente y generalizada. Se calcula además que una de cada tres mujeres ha sido víctima de violencia física o sexual por parte de su pareja, y una de cada ocho entre los 15 y 49 años la han sufrido.
Se habla también de los factores que causan la discriminación de las mujeres: la etnia, la condición indígena o minoritaria; el color, la condición socioeconómica o la casta; el idioma, la religión o las creencias; la opinión política, el origen nacional, el estado civil o materno; la edad, la ubicación urbana o rural; el estado de salud, la discapacidad, la titularidad de propiedades, ser lesbiana, bisexual, transgénero o intersexual, y el analfabetismo. Y habría que añadir: ser mujer. Lo más triste es que estas y otras cifras que sería imposible enumerar, nos indican que vamos a peor: los asesinatos van aumentando en todo el mundo y entre nosotros no cesa el goteo de víctimas, o feminicidios, con la ayuda inestimable de las tecnologías de la comunicación, que están perpetrando novedosas formas de desarrollar la violencia que están apareciendo, como nos informaba Ideal el domingo pasado.
También se va conociendo lo que hay que hacer, además de reconocer un problema social muy grave y contar con sistemas de apoyo especialmente a las que se ven amenazadas. Y dice la campaña de la ONU que hay que centrarse en «atacar las raíces de la violencia» con un enfoque integral y también alude a «la transformación de las masculinidades dañinas, el desafío de las normas sociales discriminatorias y la eliminación de las desigualdades y los estereotipos estructurales de género». Es decir, que se hace necesaria una masculinidad que no sea tóxica, que esté dispuesta a cooperar para eliminar esta lacra que nos aflige. Deseo con todo mi corazón que sea la última vez que tenga que comentar algo en esta columna sobre esta enfermedad de nuestra sociedad.
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