'El Melillero', a la salida de los juzgados de Fuengirola tras su arresto. Salvador Salas

'El Melillero'

Mi papelera ·

La mejor prueba de lo mal que vamos es que ya los delincuentes peligrosos ni se esconden

Adela Tarifa

Jueves, 18 de marzo 2021, 00:12

Estamos hartos de confinamientos, de hospitales saturados. Estamos hartos de lo que vemos y asustados porque intuimos lo que todavía nos queda por ver. Estamos asqueados de la política, desesperanzados ante la pérdida de derechos, indignados viendo avanzar el paro y la pobreza. Y por ... si algo faltaba, sumidos en una escalada de delincuencia y violencia. Una de estas formas de violencia es la ejercida contra las mujeres. Con la pandemia las denuncias por malos tratos se han multiplicado. Casi todas las semanas hay una víctima, pero ya raramente se destaca esto en los noticiarios de modo relevante, copados por el virus chino o peleas de partidos políticos. Si, una muerte tapa otra, y una salvajada de hoy oscurece ante la mayor que veremos mañana. Por ejemplo, hace no mucho un energúmeno, con premeditación, decidió matar a una de sus ex novias; pero aplicándole una muerte espantosa, que le durase toda la vida. Un tipo de muerte que nada tiene que ver con los crímenes pasionales frecuentes en el mundo latino; una muerte que, como la lapidación o ciertas mutilaciones femeninas, suele verse en pueblos con costumbres raras en el mundo occidental: rociar con ácido a la mujer que te abandona. Someterla a una agonía eterna. Eso hizo el pasado mes de enero un tipo al que apodan 'El Melillero', al que juzgan en esto días; un delincuente reincidente que en cualquier país con dos dedos de cerebro no estaría en la calle. Pero aquí somos así, y dejamos que nuestros torturadores pasen la vida saliendo de la cárcel al poco de entrar. El Melillero es un ejemplo de libro de los mal que funcionan nuestras leyes y el sistema judicial. Y de los torpes que somos los ciudadanos al permitirlo. Es que esto pasa por nuestro silencio; porque no exigimos a los gobernantes firmeza para protegernos de seres malvados. Es más, si no fuera porque el periodismo libre aun existe, seguramente nos ocultarían estos fallos garrafales de quienes cobran para garantizar nuestros derechos. Sí, el ejemplo de 'el Melillero' es de libro para ilustrar lo mal que lo estamos haciendo.

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Es que resulta que este salvaje, creo que nacido en Marruecos pero trasladado joven a Melilla, en lugar de aprovechar la infinidad de oportunidades escolares que España ofrece, eligió su particular 'educación' que consistía en sacarse un máster con el título de chulo, mafioso, ladrón, traficante de drogas, torturador y maltratados de mujeres. Lo digo en plural porque al parecer ha tenido varias parejas y más de una probó sus puños. Como no le pasaba nada, a la última que le dio puerta le había preparado un modo de tortura que seguramente había visto practicar antes: quemarla viva pero sin que muriera; dejarla desfigurada de por vida. Y un día se fue a buscarla a en Cártama (Málaga) a pleno día, protegido por familiares y amigotes de su misma calaña. Realizada la faena se largó tan pancho a su casa que, seguramente, había ocupado. Es que ahora molan los okupas, animados por podemitas anti sistema. Ni se molestó en huir. Eso sí, tenía más de 50.000 euros en billetes, supongo que de sus fechorías. La mejor prueba de lo mal que vamos es que ya los delincuentes peligrosos ni se esconden. Este pajarraco incluso tenía ya otra novia de repuesto porque la desfigurada no le servía. Detalle que me lleva a pensar qué tienen en la cabeza algunas jóvenes cuando se emparejan.

Al 'Melillero' al final lo pilló la Guardia Civil, cerquita de Mijas, después de que el caso lo estaban dando por todas teles y la gente andaba indignada. Ahora viene la segunda parte de esta historia: ¿Qué pasara con la ex novia achicharrada? Le espera un calvario. Los médicos, que pagamos todos, tendrán que reconstruirle la cara y el cuerpo. Los sicólogos lo tendrán peor para reconstruir, si son capaces, el alma. Pero lo que nadie le va a quitar es el miedo. Porque 'el Melillero' saldrá en pocos años de la cárcel. Y puede que vuelva a rematarla. Respecto al asesino, para él la cárcel no es difícil. Acabará siendo líder de lo peor que allí haya. Es joven. Tiene tiempo para volver a maltratar novias, envenenar con drogas, robar y golpear. Lo que no espero de él ni de otros como él es arrepentimiento y regeneración. No. Nuestras cárceles no cambian a gente de esta calaña. Eso lo saben perfectamente quien trabajan allí; lo saben los jueces y las fuerzas de seguridad del estado. Más pronto que tarde 'el Melillero' violará o asesinará. Lo terribles es que a los miles de 'melilleros' que van por ahí sueltos los hemos amamantado entre todos. Unos por acción, los que mandan, otros por omisión, los que callan. Por eso no quiero callar yo.

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