Cuando conocí al periodista granadino José Luis Moreno Codina, que falleció el jueves en Jaén, las redacciones eran de humo y palabra y olían a tinta y plomo. Eran otros tiempos. Las redacciones se prolongaban hasta la madrugada y se estiraban, a veces, hasta los ... bares del alba. Y entre aquella humareda de rubio y negro y el aporreo de las Olivetti 45 en la vieja Redacción del Patria, Codi sobresalía por su divertida ironía socarrona del granadino que se burlaba de la malafollá, y tenía su particular interpretación de la actualidad política, local o nacional, y deportiva.
Si hacemos caso de la célebre cita de Ryszard Kapuscinki cuando afirma que para ser buen periodista hay que ser buena persona, entenderemos que 'Codi' haya sido uno de los grandes maestros del oficio y sabio de la vida, pero seguramente nunca pretendió ser ni lo uno ni lo otro porque enarbolaba la sencillez y la humildad y, aunque nunca daba lecciones de nada, su ejemplo y su compromiso bastaban para aprender de él a lo largo de una trayectoria impecable en la que llegó a ser director del diario El Día, de Granada, y diario Jaén.
Trabajador incansable, era capaz de compaginar el trabajo en una compañía de seguros con varias corresponsalías nacionales de prensa deportiva y ejercer como redactor de deportes en el diario Patria y Radio Granada. Cuando salía a mediodía de la radio, se iba al periódico, y de ahí a la noche del Oxford y, a veces, al amanecer del Ladrillo en el Zaidín, y de ahí al matinal de la Ser, a la compañía de seguros… Estaba de becario y no recuerdo que me dejase pagar nunca en esas interminables veladas de la noche granadina en la que a veces discutíamos de toros para no ponernos nunca de acuerdo, y siempre de periodismo, que respetaba tanto como a los que lo ejercían en cualquier medio.
Era lógico que nos preguntásemos cuándo dormía aquel hombre al que jamás vi flaquear ni mostrar cansancio, y era lógico que durante mucho tiempo creyese que no podía estar casado, hasta que descubrí que sí, con Concha Zarza, una mujer excepcional que fue su gran apoyo emocional, la mujer de su vida, con la que tuvo tres hijos.
Codi me dio una lección inolvidable de compañerismo en un momento trascedente de mi vida. Era jefe de sección en el periódico que él dirigía y recibí una oferta laboral de IDEAL. Confieso que me atraía la oportunidad de dar un paso profesional de gigante, pero me sentía obligado a mantenerme en el barco de un periódico pequeño y compartir la lucha por sobrevivir de mis compañeros de viaje. Una noche, en el bar donde solíamos acabar la jornada, Codi citó a muchos de los compañeros de El Día, y desde el centro de la barra, pidió botellas de cava y reclamó silencio: «No puedes decir que no te vas. Es una gran oportunidad y nosotros, tus compañeros y amigos, siempre estaremos aquí». Después brindó por el «éxito de nuestro compañero Jota». De esas palabras, que acogí con lágrimas y alivio, han pasado 34 años y jamás podré agradecerle lo suficiente ese gesto de grandeza de un buen periodista y una maravillosa persona.
Siempre pensé que eras indestructible, que nada podría borrar tu sonrisa franca, tus ademanes de señor y las palabras precisas de buen amigo, y es verdad porque la muerte no podrá arrebatarte de nuestro lado. En nosotros siempre serás eterno.
Gracias por tanto, querido 'Codi'. DEP, maestro.
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