Memoria y futuro
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Decía Milan Kundera, escritor checo, que la memoria no nos da un relato continuo, sino flashesSeguramente recordamos de una manera nítida e inequívoca vicisitudes que nos sucedieron hace años. Sin embargo, tal vez nos lleva, más tiempo, unos segundos más, acordarnos de lo que comimos ayer. ¿Cómo es posible? La memoria es selectiva, y esto hace que se recuerde mejor ... aquello que tiene un significado singular para nosotros. Así mismo, la memoria no nos da un relato continuo, sino flashes. Decía Milan Kundera, escritor checo, que la memoria no guarda películas, guarda fotografías. Nuestro cerebro, de esta forma, abstrae información visual, la procesa, y, guarda imágenes estáticas. Sería algo así como quedarse con los fotogramas clave. La memoria es tan importante que incluso, a nivel popular se dice que alguien no muere mientras se le recuerda. Es decir, gracias a los momentos compartidos con un ser querido que ha fallecido podemos volver a sentirnos un poco más cerca de aquel tiempo gracias a la memoria que nos conecta con los recuerdos y las vivencias anímicas. No sabemos lo importante que es el recuerdo hasta que no lo perdemos. La memoria tiene tal fuerza, que todos tenemos clavados, como cimeros fustes de nuestra vida, momentos, buenos y malos, que han sido cruciales en nuestro particular simbolismo. Aunque la historia de la investigación científica sobre la memoria no tiene más de un siglo y medio, el deseo de indagar en ella y su práctica es algo mucho más antiguo, y ya desde hace más de dos milenios se vienen utilizando métodos para mejorar la memoria.
Y es que permanentemente la memoria está presente en nuestras vidas y en nuestra cosmovisión social. Ya dijo el escritor y humorista Jean Paul que «la memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados». Tengo presente, porque está ahí, caliente encima de la mesa, el asunto de la memoria histórica, que nos interroga sobre si sabemos tejer nuestro presente; algo que en referencia a la ley de esta memoria histórica, mientras que no lo arreglemos no podremos de verdad cerrar una herida que moralmente supura demasiado. El papa Francisco, en la famosa entrevista de Jordi Évole, tras preguntarle este sobre los muertos del franquismo que siguen en las cunetas dijo: «una sociedad no puede sonreír al futuro teniendo a sus muertos escondidos». El mismo Francisco, al comenzar la pasada Cuaresma, en su alocución, pedía la gracia de la memoria, de recordar, y se enfocaba en las revelaciones del cristianismo. Pero en el fundamento de su mensaje el papa alertaba a no perder la memoria, porque esta es la brújula, «Y un corazón sin brújula - señalaba el pontífice- es un peligro público: es un peligro para sí mismo y para los demás». Pero la memoria no es algo simple, no es una entidad unitaria. Por el contrario, es un proceso o conjunto de procesos con diversos aspectos, a la vez que tiene una significativa relación de influencia con otros factores (afectividad, motivación, sociedad, cultura, etc.). Esta realidad compleja hace que no resulte fácil su conocimiento ni tampoco la resolución de los problemas que nos presenta. Hoy, transitar por la memoria, es reencontrarse con la razón. Aunque sea traicionera a veces. Porque, como dijo Borges: «Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos».
Enfrentarse a la memoria es ponerse al borde de un precipicio, un abismo, que en el fondo es nuestro propio misterio, del que no podemos huir si queremos reconocernos. Pienso en la memoria y me viene a la menta la vasta soledad del corredor de fondo. El bienestar, incluso el bienestar espiritual, tiene el peligro de caer en una cierta amnesia, una fomentada, adrede, falta de memoria: estoy bien así y me olvido de lo que altera ese espacio de confort (del aquí y ahora) en el que me encuentro. Y si no escucho a la memoria, retrocedo. Todo nos nace y nos rehace en la remembranza, porque vive en nuestro intelecto y es un privilegio que nos otorga el haber vivido. Por eso, es saludable mirar hacia adentro, ante todo para no caer en el olvido, para no cometer los mismos errores. La verdad necesita de la memoria, y, hacer memoria es recapacitar. Quien crea que la memoria solo se asienta en el recuerdo y en lo pasado, se equivoca completamente. Precisamente el futuro no será en plenitud sin la presencia en nuestro día a día de una memoria de mayor peso y magnitud.
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