Puerta Purchena

Todos mienten

«'El político que mienta a sus electores, al talego' y se deje bien claro a los jueces, que deban aplicar esa ley de un único punto. Si no se hace, seguiremos igual eternamente»

Miércoles, 1 de noviembre 2023, 22:39

Pepe 'El Tomillero' encuentra el título en una de esas series de televisión que se ven al tirón un día de lluvia, viento y frío que llaman desapacibles y dejan las calles vacías y los centros comerciales a un cuarto de gas excepto cuando las ... neveras crían telarañas. Pero aquí, en este momento, el título no va de eso, sino de aquello otro en el que la mentira se adueña del paisaje, se fortalece en los escenarios y termina triunfando por encima de la verdad. No, a los políticos no les gusta que se diga de ellos que son todos iguales y no seré yo, que por encima de todo creo en la persona, quien lo afirme o reafirme. No, ni mucho menos.

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Seguro que en algún lugar existirá algún demócrata que se mantenga firme a sus ideas y, aunque las transforme con los tiempos, renunciará a mentir y mantendrá sus principios. Miren, sin irnos más allá de la propia democracia, los políticos, incluidos los que ahora se acusan entre ellos de mentir, nos han mentido siempre. Lo hicieron con aquél 23F, lo repitieron cuando lo de la OTAN, después con lo da las Armas de Destrucción Masiva y a renglón seguido con lo de que salvar a la Banca no iba a costar ni un sólo céntimo. Lo han seguido haciendo y continuarán repitiéndolo hasta que algunos de los que quienes sean distintos den el paso y saquen una ley que castigue la mentira política con la pena y sanción más alta posible porque ahora mismo, ese contrato entre el político y el ciudadano elector tiene menos valor que un billete de 15 euros o una moneda de 40.

Tampoco hay que irse a las alturas para ir descubriendo mentirosos. Muy cerquita, en nuestro propio pueblo, ciudad o comunidad, el político miente. «Si salgo haré esto, lo otro y lo de más allá, y además no sólo no voy a subir impuestos, ni tasas, sino que voy a bajarlos, pero claro, tengo que salir elegido». Y sale elegido, elegida, y lo primero que hace es apoyar la propuesta de subida de sueldo para ellos mismos y después, bueno, el resto de subidas necesarias que, a la larga no casan cuando en las ruedas de prensa destacan de su labor que han ahorrado un potosí y que las arcas municipales reflejan un superávit, aunque las calles estén hechas un asco, se haya devuelto a Europa dinero de servicios sociales y la plantilla de personal esté tiritando y los asesores calientes.

No, por supuesto que no hay nombres propios. En este país está muy feo señalar, pero cada cual sabe lo que hace y lo que dice. Por ejemplo, hay quien habla en nombre de España, de Andalucía, de Almería y de la más pequeña pedanía de su pueblo y se convierte en portavoz de todos sin estar legitimado para ello y lo peor es que después critica a otros que, en los mismos nombres habla para decir curiosamente lo contrario. El pensamiento individual está mal visto porque nos estamos acostumbrando a normalizar que haya cenutrios y cenutrias que se arroguen, en nuestro nombre, lo que ellos mismos han creado. Cuando un ciudadano elector vota, lo hace por un programa y, en conciencia, con aquél que más se acerca a sus ideas. Pero eso no quiere decir que vote para que las ideas del que ha votado las crean suyas. Nadie debe creerse en el derecho de hacer cómplice de sus mentiras al ciudadano votante. A ver si de verdad no son todos iguales y en una legislatura próxima se redacta una ley con un único punto. «El político que mienta a sus electores, al talego» y se deje bien claro a los jueces, que deben aplicarla. Si no se hace, seguiremos igual eternamente.

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