¿Qué exige la Navidad a los católicos?
Miguel J. Carrascosa
Sábado, 28 de diciembre 2024, 23:02
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Miguel J. Carrascosa
Sábado, 28 de diciembre 2024, 23:02
Para los creyentes en Jesús de Nazaret, la Navidad no está en las luces, ni en la música, ni en el consumo, ni en los adornos callejeros… Está en el Niño que nos ha nacido. Pero para verlo necesitamos unos ojos y un corazón nuevos, ... capaces de transcender lo sensible y de percibir la realidad que se nos escapa, porque vino «a los suyos y los suyos no lo recibieron» (Jn 1, 11). Y lo no recibieron porque el pesebre «es una invitación a sentir, a tocar la pobreza que el Hijo de Dios eligió para sí mismo en su encarnación». También –cómo no– «es una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y hermanas más necesitados…» (Papa Francisco, carta apostólica 'Sobre el significado y valor del Belén', Roma, 2021).
Estoy seriamente convencido de que es posible y necesario otro modo de celebrar la Navidad, en sintonía con el mensaje, dos veces milenario, de la «Palabra que se hizo carne y acampó entre nosotros» (Jn 1, 1-18). Una Navidad que permita la liberación integral que trajo Jesús a nuestro mundo. Mientras haya, en tantos pueblos de la tierra, hambre, marginación, explotación, opresión y miseria; mientras el consumismo desmesurado de los países ricos sea la tónica más sobresaliente de esta y otras festividades del calendario cristiano; mientras los niños del Tercer y Cuarto Mundo sean las víctimas preferidas de la orfandad y de la muerte prematuras; mientras centenares de millones de hombres y mujeres sigan viviendo en condiciones que hieren profundamente la dignidad humana… estaremos viviendo de espaldas al mensaje de la Navidad, en medio de una sociedad hedonista, indiferente y presa de una lamentable enajenación, tan preocupante como corrosiva.
Celebraremos en cristiano la Navidad si somos capaces de construir la paz en nuestra familia y en cada uno de los ambientes desavenidos en los que nos desenvolvemos; si amamos y servimos, de corazón, a los demás sin esperar nada a cambio; si acogemos a los desvalidos, enfermos, ancianos, emigrantes y desheredados como al mismo Cristo, ya que ellos son los legítimos destinatarios de la Buena Nueva; si ante un consumo desmesurado de nuestra sociedad tenemos el coraje y el firme propósito de realizar un consumo solidario, que favorezca a los que carecen de todo o de casi todo; si ante el sentimentalismo barato y poco edificante que suele derrocharse en estas festividades, fomentamos unas relaciones interpersonales basadas en la cooperación, la acogida, el diálogo y el encuentro constructivo, generador de concordia, tolerancia, perdón y amistad sincera, entonces estaremos celebrando unas Navidades al estilo de Jesús, esto es, unas Navidades realmente cristianas. El cristianismo de nuestros días está necesitado de testigos. Solo el testigo fiel al Evangelio de Jesús «es alguien que proporciona inmediatamente la prueba de la verdad que predica; digo 'inmediatamente' porque en él hay verdad y felicidad aliadas, y porque en el instante mismo en que es requerido ofrece su persona como aval de su comportamiento». El cristianismo –por más vueltas que le demos– no es una doctrina a secas, sino un elocuente mensaje existencial. Que la Navidad nos haga ver a todos –creyentes y no creyentes de buena voluntad– la necesidad que tenemos de transformar y reconvertir las instituciones que se dicen cristianas y sobre todo las personas que las representan, para ponerlas al servicio del Evangelio y de la renovada realización de su identidad.
Jesucristo no ha instituido, para anunciar su mensaje de salvación, doctores ni profesores, sino imitadores. Si el cristianismo no se hace vida y testimonio en quien lo predica y expone, este se queda sin anunciar, porque, en suma, ser cristiano –vivir la Navidad– consiste sencillamente en saber vivir y amar como Cristo vivió y amó cuando «acampó entre nosotros» en la inefable noche de Belén, que anunciaron los profetas y que han cantado, con desbordante inspiración, los poetas de todos los siglos y en todos los idiomas:
«Noche de amor estremecida. / Noche de anuncio sorprendente. / Noche de gozo y profecía cumplida. / Noche de gloria en versión celeste. / ¡Bienvenido al hombre, / verbo del Padre, / palabra revelada, / luz penetrante! / Criaturas todas del Universo, / cantad a coro un himno nuevo, / que llene el aire de nuestro mundo / de dulces notas, de amor profundo. / ¡Na-vi-dad! / Tres sílabas al viento: / nido de amores, / beso y aliento, / gozo y anuncio / bajo los aires nuevos / del nacimiento».
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